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Mostrando entradas de junio, 2018

Mundo paralelo

© Aníbal Ricci Ese día llegué temprano al departamento de Antonia. Aún no había regresado de sus clases de turismo y me recibió Honorio. Ella nunca hablaba de su familia, por lo que prácticamente no conocía a su hermano. Sólo sabía de su esquizofrenia y temía que la conversación careciera de sentido. En sus palabras se notaba cuánto quería a su hermana. Era su ángel guardián, tal cual había dicho Antonia. Contaba que ella lo acompañaba a correr o simplemente a caminar. Entre las pocas cosas que contaba de su familia, ella había relatado esos paseos con lujo de detalles. Decía que su hermano veía visiones, pero nunca quiso contarme de qué se trataban. Era un secreto muy privado. Jamás hubiese traicionado su confianza. Por esos pequeños detalles yo admiraba a Antonia. Era capaz de entregarse por entero a quién necesitase de su ayuda. Honorio la adoraba, debido a que era la única persona que lo escuchaba, al menos hasta ese momento, porque yo también estaba interesado en lo que me

Los versos del olvido (2017)

Dirigida por Alireza Khatami   © Aníbal Ricci Publicada en Revista Occidente N°486 Septiembre 2018 «Toda historia necesita un final», le dice un sepulturero a otro anciano que trabaja en el cementerio y vaya final nos regala este director iraní en su opera prima . El mar oculta muchas historias y de improviso una ballena pega un brinco y vuelve a zambullirse, la vida continúa, cierta historia fue registrada en un acta de defunción y una joven ha encontrado descanso, el cetáceo vuelve a su elemento, el mar recobra el sentido. La segunda vez que supimos de las ballenas (a comienzos del último cuarto) fue en la radio que escucha el cuidador de la morgue, personaje que nos mostrará el camino, el acto necesario para que la Naturaleza recobre su cordura. Nada imposible, pero ese acto requiere audacia y valentía. La voz del cineasta proviene del parlante donde en tono cotidiano (fuera de campo sonoro) una locutora informa que esos cetáceos sufren la muerte de sus seres

El color del paraíso (1999)

(Traducción literal del farsi: El color de Dios) Dirigida por Majid Majidi © Aníbal Ricc i « Dios no es visible » , le dice su profesor de braille a Mohammad, un niño de ocho años, a manera de consuelo ante la discriminación de los demás, incluso de su padre. El drama de un niño ciego que vive en el campo, aparentemente sin oportunidades, en medio de una pobreza relativa, donde todo es orden y belleza: las casas de adobe, las praderas sembradas y los sonidos de la Naturaleza. La película es un prodigio de lenguaje. Por un lado cinematográfico, de escenas y encuadres bellísimos, travellings notables, sin abusar de la cámara lenta, una delicia. Pero el lenguaje más importante, va descubriendo Mohammad después de aprender braille, es el que despliega la Naturaleza ante los sentidos del niño. Son secuencias o códigos de perfección que el muchacho atesora en su mente y al final serán el llamado para sobrevivir a la adversidad y volver a la vida. Mohammad es un ch

Huyendo a toda velocidad

© Aníbal Ricci Mi madre me dejó elegir otras zapatillas en el último año de enseñanza básica. Las compramos en la misma tienda Bata de siempre, pero esa vez salí contento del local con unas flamantes Power en mis pies. Agradecí a Dios que hubiese terminado la dinastía NorthStar. Mis nuevas zapatillas parecían flotar sobre el pavimento. Lo que no cambió fue mi salud. Amigdalitis, fiebre de cuarenta y un grados, el cuadro clásico que diagnosticaba el médico; luego volvía a clases, copiaba cuadernos, rendía pruebas pendientes y terminada esa rutina caía enfermo y repetía la historia. Ese año me junté con mi primo durante las vacaciones y decidimos ir a la playa en bicicleta. Lo planificamos en dos semanas y partimos a recorrer la ruta 78. El día elegido desperté a las seis de la mañana, me duché y junto con vestirme, guardé las últimas cosas que deseaba llevar en la mochila. A las siete salí de mi casa en dirección al barrio de Estación Central. Empezamos la travesía a las sie

Niños del cielo (1997)

Dirigida por Majid Majidi © Aníbal Ricci Ladrón de Bicicletas (Vittorio De Sica; 1948), gran exponente del neorrealismo italiano, compuesta por memorables tomas en blanco y negro, fiel reflejo de la grandeza del cine italiano de antaño, fue filmada en ausencia de actores profesionales, con tal carga emotiva en los planos y la música, que desemboca en una historia que a ratos se torna efectista, un retrato melodramático de lo que significaba la pobreza en la Roma de posguerra. En cambio, Niños del cielo de Majid Majidi, cincuenta años después, utiliza los mismos paradigmas (actores no profesionales y otra visión de la pobreza), pero dota a su película de una honestidad sin par, que hace dudar profundamente de la visión que tiene Estados Unidos de los países del Medio Oriente, en este caso de Irán. El director simplemente recurre a la fuerza de su guion para dejar fluir la dignidad de los protagonistas: un par de hermanos que comparten un par de zapatillas para a

Isla de peldaños

© Aníbal Ricci Esto de ser metódico me permitió tener mucho tiempo libre. Si había una prueba estudiaba lo necesario y, por lo general, disponía de tardes enteras para recorrer la ciudad. En el colegio habían repartido una lista con direcciones y yo sólo debía sacarle kilometraje a mi mediapista azul. De a poco, fui visitando las casas de mis compañeros. Algunas quedaban en La Reina y otras en Providencia, aunque la mayoría vivía en la comuna de Ñuñoa. Al Pato le regalaron una Oxford de otro color. Nos movilizábamos a todas partes y, sobre todo, recuerdo nuestros ascensos al cerro San Cristóbal. Al principio utilizamos el cambio más liviano, pero con el tiempo pudimos subir en tercera o en quinta. Si bien requería de mayor esfuerzo, nos demorábamos muchísimo menos. La subida no solía ser entretenida, pero el descenso era realmente emocionante. Desde las primeras veces nos gustó bajar a lo kamikaze. Poníamos décima y pedaleábamos hasta que nuestros pies giban en banda. Años más ta

Mediapista

© Aníbal Ricci Las imágenes me torturaron durante semanas. Una y otra vez, fueron acumulándose en mi cabeza y hacían prolongar mi estado de shock . Quise dejar atrás lo ocurrido y olvidar de una vez por todas. No me quedó otra alternativa que evadirme viendo televisión. Necesitaba con urgencia distraer mis pensamientos y los monitos parecieron la mejor opción para que la mente me dejara en paz. El colegio se convirtió en otra agonía. Los profesores continuaban dictando materias que ahora carecían por completo de sentido. No era capaz de concentrarme. Sólo veía el movimiento de sus bocas que no sincronizaban con los sonidos. Hablaban otro idioma y yo sentía que estaba en otro lugar. Tampoco conversaba con mis compañeros. La confusión no permitía confiar y me veía obligado a tragar la rabia. Durante varios días no salí a los recreos y me transformé en un ser solitario que deambulaba por los pasillos del colegio recorriendo sus patios entre cientos de alumnos que parecían felices. Pr

La vida de los otros (2006)

Dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck © Aníbal Ricci Gerd Wiesler es un empleado competente de la Stasi (policía secreta) desempeñando labores durante 1984 en la República Democrática Alemana. Es un hombre meticuloso y familiarizado con las tecnologías de espionaje. Estudia los movimientos de una pareja de artistas: él, escritor; ella, una conocida actriz. Wiesler prácticamente no habla, sólo intercepta conversaciones y toma apuntes. Su trabajo debe ser profesional, aunque el encargo lo haya dispuesto el amante de la actriz. El escritor escribe un artículo para Der Spiegel (editada en la otra Alemania) sobre los numerosos casos de suicidios en la RDA. No es una historia tan dramática, pero para el régimen comunista no hay lugar ni siquiera para el humor. El tema que nos plantea el director es si un artista puede prescindir de su arte y hasta donde será capaz de llegar con tal de poder expresarse. ¿Qué tan poderoso es el amor entre estos artistas? será ot

Puesta de sol

© Aníbal Ricci Cuando niño pedaleaba para llegar a un lugar lejano. Un kamikaze descendiendo desde la cima del cerro San Cristóbal, afirmándose de unos fierros endebles, perdía el control y enfrentaba autos, los esquivaba, suponiendo que yo no era humano como tampoco los hombres tras los parabrisas. Mi espalda intacta permitía agazaparme y evitar contacto con otros fierros más seguros, envolventes, corazas protectoras que relucían bajo el sol. Mi corazón bombeaba sangre a las piernas y los platos se iban deformando. Subía en quinta para pedalear menos y avanzar más rápido. Evitar árboles y problemas mentales. Sobre cuarenta y un grados, el calor pierde sustancia, la mente moldea realidades imaginarias. Alimañas y dibujos animados conviven en mi cabeza. Scooby Doo huye de fantasmas que se esconden en las esquinas, estacionados, ocultos tras parabrisas que no transparentan intenciones. No entendía mi cuerpo como tampoco los empujones tras los arbustos. Aquella parte servía para e

Sacrificio

© Aníbal Ricci Por esa época empezaron las fiestas. Mis compañeros ya no estaban para gorritos ni serpentinas y las mujeres insistían en poner música. No siempre les resultaba, pero entre dardos y pichangas de fútbol se las arreglaron para sacarnos a bailar. Una memorable fue en casa de Rodrigo Peña. Le regalaron un disco de Kiss que todos quedamos mirando perplejos. Eran espectaculares las fotos de la carátula. Aparecían los integrantes del grupo con las caras pintadas. Todavía recuerdo la alegría reflejada en su rostro. Rodrigo cumplía diez años, aunque lo más interesante vendría al ocultarse el sol. No hubo baile como otras veces; las mujeres no lograron convencernos. Tampoco fructificaron la botella envenenada ni dime quién te gusta, hasta que alguien propuso jugar a la pieza oscura. No todas estuvieron de acuerdo, pero algunas entusiastas explicaron las reglas. La mayoría de los hombres nos animamos con el juego: entrar a un cuarto completamente oscuro donde las mujeres esper