(Traducción literal del farsi: El color de Dios)
«Dios no es visible», le dice su profesor de braille a Mohammad, un niño de ocho años, a
manera de consuelo ante la discriminación de los demás, incluso de su padre.
El drama de un niño ciego que vive en el
campo, aparentemente sin oportunidades, en medio de una pobreza relativa, donde
todo es orden y belleza: las casas de adobe, las praderas sembradas y los
sonidos de la Naturaleza.
La película es un prodigio de lenguaje. Por un
lado cinematográfico, de escenas y encuadres bellísimos, travellings notables,
sin abusar de la cámara lenta, una delicia. Pero el lenguaje más importante, va
descubriendo Mohammad después de aprender braille, es el que despliega la Naturaleza
ante los sentidos del niño. Son secuencias o códigos de perfección que el
muchacho atesora en su mente y al final serán el llamado para sobrevivir a la
adversidad y volver a la vida.
Mohammad es un chico valiente y sensible, «quiere atrapar
el viento» al sacar la mano por la ventana del bus, lo trae de vuelta desde
Teherán, ahora provisto de la escritura que ha aprendido en un internado para
ciegos.
Una vez en el campo, se reencuentra con los
afectos de su abuela y sus hermanas, pero Mohammad es otra persona, ahora puede
leer las piedras, las espigas de trigo, las flores.
Hay un primer plano de encuentro entre las
manos, de diferente textura, de la abuela y del niño, en su acercamiento
reflejan la humanidad de estos personajes. El tacto es el sentido fundamental
para Mohammad, su manera de entender el mundo que lo rodea, y también de
expresar el cariño que profesa por sus hermanas al reconocer sus rostros.
El padre es un ser egoísta que no sabe qué hizo
para merecer un hijo ciego, cree que será incapaz de cuidarlo cuando viejo.
Hay imágenes de árboles en el cielo, de la
abuela rezando y descansando en paz, de un padre que se arroja a las aguas, que
aprende su lección de la sabia Naturaleza, a orillas del mar, que le brindará
una nueva oportunidad al padre y al hijo.
«El
sol ilumina la tierra»,
será la primera lección de Mohammad, y la metáfora
perfecta de esta magnífica obra cinematográfica.
La película es un prodigio de lenguaje. Por un lado cinematográfico, de escenas y encuadres bellísimos, travellings notables, sin abusar de la cámara lenta, una delicia. Pero el lenguaje más importante, va descubriendo Mohammad después de aprender braille, es el que despliega la Naturaleza ante los sentidos del niño.
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