Dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck
©Aníbal Ricci
Gerd
Wiesler es un empleado competente de la Stasi (policía secreta) desempeñando
labores durante 1984 en la República Democrática Alemana. Es un hombre
meticuloso y familiarizado con las tecnologías de espionaje. Estudia los
movimientos de una pareja de artistas: él, escritor; ella, una conocida actriz.
Wiesler prácticamente no habla, sólo intercepta conversaciones y toma apuntes.
Su trabajo debe ser profesional, aunque el encargo lo haya dispuesto el amante
de la actriz.
El
escritor escribe un artículo para Der Spiegel (editada en la otra Alemania)
sobre los numerosos casos de suicidios en la RDA. No es una historia tan
dramática, pero para el régimen comunista no hay lugar ni siquiera para el
humor.
El
tema que nos plantea el director es si un artista puede prescindir de su arte y
hasta donde será capaz de llegar con tal de poder expresarse. ¿Qué tan poderoso
es el amor entre estos artistas? será otra interrogante que complica la trama.
Wiesler sigue escuchando. Cree comprender lo que observó en el teatro,
interviene y logra que la actriz abandone al amante. Altera las transcripciones
de lo que ocurre dentro del departamento. Wiesler se convertirá en espectador
sensible de estos amantes, sabe perfectamente lo que cada uno oculta, pero
también advierte las fuerzas injustas que recaen sobre ellos. Quiere ayudarlos
e inventa un argumento de una supuesta obra conmemorativa. Se transforma en un
artista o un ángel guardián.
Wiesler
es el espectador sentado en primera fila, aquel que se emociona al observar
esas vidas apasionadas. Es quien le da sentido al arte, el otro que
complementa. Podría ser el dueño de la situación, pero se mantiene al margen y
sacrifica su carrera. Un espía respetando la libertad del otro. El
hombre ha tenido la posibilidad de crear, como no la tuvo el amigo dramaturgo
del escritor.
¿Dónde
comienza y dónde termina el arte? Al interpretar la «Sonata
del hombre bueno» o al escribir una novela.
El
desenlace eriza la piel. El artista del silencio lee su obra para el disfrute
de todos nosotros.
Wiesler es el espectador sentado en primera fila, aquel que se emociona al observar esas vidas apasionadas. Quien le da sentido al arte, el otro que complementa. Podría ser el dueño de la situación, pero se mantiene al margen y sacrifica su carrera. Un espía respetando la libertad del otro.
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