© Aníbal Ricci Ese día llegué temprano al departamento de Antonia. Aún no había regresado de sus clases de turismo y me recibió Honorio. Ella nunca hablaba de su familia, por lo que prácticamente no conocía a su hermano. Sólo sabía de su esquizofrenia y temía que la conversación careciera de sentido. En sus palabras se notaba cuánto quería a su hermana. Era su ángel guardián, tal cual había dicho Antonia. Contaba que ella lo acompañaba a correr o simplemente a caminar. Entre las pocas cosas que contaba de su familia, ella había relatado esos paseos con lujo de detalles. Decía que su hermano veía visiones, pero nunca quiso contarme de qué se trataban. Era un secreto muy privado. Jamás hubiese traicionado su confianza. Por esos pequeños detalles yo admiraba a Antonia. Era capaz de entregarse por entero a quién necesitase de su ayuda. Honorio la adoraba, debido a que era la única persona que lo escuchaba, al menos hasta ese momento, porque yo también estaba interesado en lo que me...
Literatura y cine