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DÉJAME COMER TRANQUILO

 


DÉJAME COMER TRANQUILO

por Aníbal Ricci

 

Ser loco es no molestar a los demás. No meditaba hace meses, mis pensamientos y emociones se vaciaron, incluso la vasija que los contenía dejó de existir. Esta vez lo hice con los ojos cerrados y navegué en mi propio yo. Esta meditación ha sido extraña, el ego no debiera ser parte de una meditación, sin embargo, acabo de darme cuenta que jamás le he dicho a alguien que está gordo, que no me gusta su ropa y esto es lo más importante de la introspección, jamás le he dicho a mi padre, a mi hermana o a mis sobrinos que coman esto o lo otro, simplemente dejo que elijan y eso para mí está bien. Debe ser un rasgo de locura.

 

Nunca me voy en contra del libre albedrío de otra persona. Le podré aconsejar lo que me parece mejor, pero la decisión es del pariente, del amigo o de mi pareja. Es endemoniadamente retorcida esta actitud, lo infiero por la conducta de los miembros de mi familia que pertenecen al mundo de los cuerdos. Cuando niño mi padre decía no tomes leche, no comas demasiado queso, obviamente no comas carne, lógico para un vegetariano. No más de un huevo a la semana, debes comer legumbres al menos tres veces. Todas esas instrucciones sonaban razonables, no así que no tomara bebidas ni jugos, ni chocolates, eso no lo respetaba porque era un niño. Supongo que todas esas restricciones las disponía por mi bien. Decía que todos en la familia habían muerto de riñón poliquístico, que la carne aumentaba el ácido úrico y hacía colapsar los riñones.

 

Luego de esta lúcida meditación entiendo que todo era una fábula, probablemente mi abuela murió de esa enfermedad. Ahora no creo que los otros parientes hayan muerto de ello ni que sus riñones hubieran explotado. Creo incluso que inventó parientes que padecían esa enfermedad sólo para asustarnos y para no contradecir la dictadura del vegetariano.

 

Han transcurrido décadas y yo sigo sin imponer esas cosas a los demás, lo que me corrobora que siempre he estado extremadamente loco. Fue una lástima que mi padre se viniera al departamento hace dos años. Ahora tengo miedo de ir a la cocina durante el día porque si me preparo un sándwich este señor me dirá que es el tercero del día, siendo que acabo de despertar a mediodía ya que duermo muchas horas por la anemia. Me preparo un café y me dice que es una droga, que paso tomando café, cuando todos toman café y el tarro dura como siempre una semana. La anemia tiene que ver con una hemorragia intestinal y por ende ahora tomo mucho líquido. Los jugos son un veneno, me dice, te va a dar cáncer. Si me tomo un yogurt con avena, me grita que me estoy acabando toda la avena y así con las paltas, con las frutas. Me echa la culpa de comer frutas, ya ni las toco y cuando niño me obligaba a comer cinco manzanas diarias.

 

La meditación ha sido profunda. Me he dado cuenta que soy el único al que huevean con la comida, debe ser un rasgo de deficiente mental. A mi hermana jamás le dice nada por lo que come, tampoco a mis sobrinos. En esta familia están bastante bien alimentados, salvo yo que estoy en los huesos. Esta costumbre de criticar todo lo que consumo era de mi viejo, pero en el último año mi hermana y mis sobrinos se sienten con el derecho a opinar sobre lo que ingiero.

 

¿Debiera criticarlos? Mostrar malestar cuando veo que desaparece la comida, al final yo tengo la culpa y me esconden el queso y el pan. Siempre sobra el día que llega el nuevo pedido del supermercado. Debo estar completamente trastornado.

 

Por eso sólo me alimento al almuerzo y hago el simulacro de acostarme. A la una de la madrugada voy a la cocina y me preparo un sándwich y le pongo todo lo que hay. Hubo un tiempo que tuve que comprar mi propio pan y mi propio queso y mi hermana le gritó a mi padre que yo no compartía con la familia. Ella que no compra absolutamente nada con el dinero que obtiene de la pensión alimenticia y está feliz si la ayudo con la mercadería que faltó del supermercado. Al final opté por esconder la comida debajo del sofá y por fin solucioné el tema de alimentación.

 

Pero cada vez que tomo un café me siento culpable, un yogurt supongo que tiene mucha lactosa, el queso nunca falta, me va a reventar los riñones, pero simplemente es un placer culpable.

 

Cuando era niño mi padre les decía a todos que estaban muy gordos, pero yo andaba en bicicleta todo el santo día y era flaco como un fideo. Igual me decía gordo y nunca entendí por qué mi madre le seguía la corriente.

 

Lo de la comida fue traumático durante mi adolescencia. Pasaba enfermo y como mi padre nos curaba sólo con cosas naturales, una enfermedad no duraba dos días como a mis compañeros, sino que a veces estaba tres semanas con fiebre. Era vegetariano y obvio, todos en el curso murmuraban que pasaba enfermo porque no comía carne. Incluso en una fiesta de disfraces todos mis compañeros fueron disfrazados de hotdog. Para variar estaba enfermo y hasta el día de la graduación bromeaban con que no había encontrado un disfraz de queso caliente.

 

Estoy terminando este cuento y mi padre ya se levantó. Tengo un poco de sueño y me gustaría tomar un café. Te pasas tomando café todo el día, repite de forma brutal todas las mañanas. A veces estoy durmiendo y le oigo decir a mi hermana que duermo mucho, pero si me levanto temprano, que tomo mucho café. ¿Debo sentirme especial con esta manía con los alimentos? Siempre va a estar mal, me acabo todo el queso o no como nunca fruta, a al revés, como fruta todo el día porque soy un loco de mierda.

 

Las voces psicóticas me insultan todo el día y debo preocuparme del hueveo de este señor. ¿Lo hace con mala intención o es lo que merece alguien con la mente extraviada? Le dije que no preguntara cosas porque estaba cansado de que me contrariara en todo.

 

Otro día una voz de mi cabeza no me dejaba tranquilo. Son inquietudes de loco, me repitió cien veces, ahora yo me pregunto y doy respuestas.

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