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MACHUCA (2004)

Dirigida por Andrés Wood 

©Aníbal Ricci

(*) Publicado en Revista Occidente N°531 Septiembre 2022


EL ODIO CONDUCE A LA VIOLENCIA


«Queremos una educación igualitaria y profundamente democrática», declama un apoderado progresista del colegio Saint Patrick. Línea no menor para una película filmada antes de la revolución pingüina (2006) que planteaba un anhelo similar.

 

Machuca (2004) se ambienta antes del Golpe de Estado de 1973, tiempo en que la diferencia entre colegios privados y públicos también era una realidad. Misma que continuó durante la dictadura y los primeros gobiernos de la transición democrática. Quizás suene simplista, pero luego de todas las marchas estudiantiles y reformas al sistema, hoy en día la educación chilena pasa lejos por su peor momento y la brecha entre particulares y privados se ha acrecentado. La educación pública no es más que un enfermo que agoniza.

 

Resulta interesante el enfoque de la película de Andrés Wood, debido a que nos da una pista de por qué el país no evoluciona, incluido el aspecto educacional.



El guion plantea la idea del hijo perteneciente a una familia acomodada que gracias a un experimento social de su exclusivo colegio se codeará con otros hijos de una población vecina donde habitan familias de escasos recursos.

 

El punto de vista se verá reflejado cuando los Hawker Hunter vuelan a ras de suelo antes del bombardeo a La Moneda y Gonzalo sonríe debido a la ingenuidad propia de un niño.

 

Gonzalo Infante ha disfrutado vendiendo banderitas a los dos bandos políticos rivales (nacionalistas y partidarios de la Unidad Popular) en compañía de Pedro Machuca (nuevo alumno del Saint Patrick) y de su vecina Silvana (hija del vendedor de banderas). Estos chicos tienen doce años y brincarán ya sea con «el que no salta es de la UP» o con «el que no salta es momio», según sea la marcha de los derechistas o los izquierdistas, cuyos miembros más extremos serán muy agresivos en sus consignas y serán reflejo de la polarización política de la época.

 


Refleja una sociedad que no acoge la diversidad, incapaz de discutir en forma civilizada, donde cada grupo se quiere imponer sobre el otro, siempre descalificando al bando contrario. No se logró una salida política frente a la inminente guerra civil (los carteles de las calles fueron perdiendo palabras, ocultas por capas de pintura hasta ser definitivamente censurados por los militares) debido a diferencias irreconciliables surgidas a partir de la intolerancia social que ha permanecido inalterable por más de cinco décadas.

 

Mientras las familias acomodadas acaparaban y tenían acceso a bodegas repletas de mercadería, los otros habitantes se levantaban temprano (luego de las protestas) a hacer filas para obtener raciones de alimentos. Nunca ese conjunto de chilenos funcionó como una comunidad: trabajar por el progreso de todos, sino simplemente sacar ventajas sobre el más desposeído para lograr imponer una postura política.



El joven Gonzalo establece lazos de amistad con Pedro y Silvana, van al cine y comparten sus primeros sentimientos hacia el sexo opuesto (la escena del tarro de leche condensada es memorable). La bicicleta será una potente metáfora: el vehículo que atraviesa los mundos de distintas clases sociales. Pedaleando conocerá el humilde hogar de Machuca, pero la confrontación del país seguirá avanzando y en una marcha del grupo de extrema derecha Patria y Libertad, acudirá la madre de Gonzalo que increpa a Silvana y le lanza un «rota de mierda», expresión de profundo desprecio por el habitante de la otra clase social.

 

La cinta inicia con peleas en el colegio, en la reunión de apoderados, en las marchas, así todo se va precipitando hasta llegar a las redadas poblacionales a punta de fusiles. Las diferencias políticas (intolerancia del discurso) darán paso a muertes de compatriotas. Silvana intentará salvar a su padre y una bala la encontrará a ella. Primer plano de Gonzalo (observa de lejos), Machuca atónito y un «soy del otro lado del río» de Gonzalo Infante, se monta nuevamente en la bicicleta y mira atrás avergonzado. La escena color ceniza, por el humo proveniente de la quema de pertenencias, resulta dantesca mientras el muchacho se aleja entre lágrimas.



Tanto en Machuca como en Araña (2019) Andrés Wood colocará a la mujer como portadora del odio hacia el otro. Un país donde las mujeres son incapaces de sentir amor por el prójimo. María Luisa, la madre de Gonzalo, mujer que tendrá un buen pasar económico gracias a su amante de mayor edad, deja abandonada a sus hijos durante el bombardeo al Palacio de Gobierno. Ha inculcado clasismo en su hijo y cuando los amigos de Gonzalo se llevan su bicicleta, les dice «rotos de mierda», la sangre lo traiciona y violenta la amistad que cultivó con Pedro y Silvana.


La madre de Machuca increpa a los militares con un odio profundo, alza su voz por sobre los hombres, y Silvana por su parte recibe una bala al proteger a su padre, con una vehemencia alimentada también por el odio. La situación es inhumana, pero esas mujeres estaban resentidas desde su infancia. Silvana se refería a María Luisa como «puta, momia de mierda».


 

Esa descalificación mutua (sugiere Andrés Wood) hace que las distintas clases sociales lleven ese odio desde la cuna. Las mujeres de los patrones sienten desprecio por esos «rotos» y transmiten a sus hombres ese trato de animales, mientras las mujeres del pueblo inculcan resentimiento en sus hijos como medida de protección. Es un clasismo que opera en ambas direcciones, uno desde la órbita material y el otro desde la carencia, uno provocado por el miedo y el otro como medio de subsistencia.

 

Ese trato infame entre clases hará imposible avanzar en un sistema de educación más justo y de calidad, el miedo hacia el otro prevalece y esa falta de amor no puede ser soslayada por ningún sistema solidario de esos que inventan los políticos.


 

El travelling sigue la bicicleta de Gonzalo, transitando a través de las calles, dejando atrás las imágenes grises de esos días, para luego dar paso, en otro tiempo futuro, al escenario de los vencedores. La casa de su madre ha sido remodelada gracias al dinero: la mujer chilena ha resultado pragmática (a veces hace falta el corazón) para hacer frente a la violencia social acallada por las armas. Surgirá la indiferencia de quien organiza el nuevo hogar como si nada hubiese ocurrido y el país seguirá arrastrando los mismos problemas a través de las décadas.


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