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MADRES PARALELAS (2021)

Dirigida por Pedro Almodóvar

 

 ©Aníbal Ricci

 

El director se aparta del vértigo en esta obra.

 

Penélope Cruz está correcta al encarnar a Janis, mujer soltera que ha quedado embarazada y en la clínica coincide con una chica veinteañera de nombre Ana, que también es madre soltera pero que se arrepiente de dar a luz.

 


Almodóvar y sus primeros planos, el director y esas escenas de colores vivos, reflejan su admiración por el mundo femenino, en cambio, apenas hay lugar para los roles masculinos. Pese a la intensidad de las actuaciones, los personajes acarrean inconsistencias notorias y la pasión de estas mujeres aparece diluida.

 


Almodóvar acostumbra a hacer giros dramáticos y presentarnos historias disruptivas, pero en esta ocasión el guion es algo plano y las migajas son demasiado evidentes, por lo que la historia es sumamente predecible.

 

Parece que el director manchego quiso congraciarse con el mundo globalizado y nos sumerge en un relato feminista (incluso la polera de Cruz lo anuncia) dentro de lo políticamente correcto. Almodóvar no corre ningún riesgo en esta cinta y el melodrama atenuado asoma convencional. No hay vértigo en la acción ni en la psicología de los personajes. Incluso Janis, una vez que confiesa a Ana que ella no es la madre biológica de Cecilia, deja que le arrebaten a la niña que ha criado y el personaje parece no tener sangre en las venas.

 

 

La relación entre las dos mujeres se enciende al ritmo de Janis Joplin, pero esa relación lésbica no tiene muchos anclajes y pareciera fuera de contexto dentro de las dos historias principales: la suplantación de bebés al nacer y el tema de los desaparecidos en fosas comunas durante la guerra civil. Estos dos temas no se retroalimentan entre sí, es como si el director hubiera montado a la fuerza dos películas diferentes, intercalando imágenes para completar el metraje de dos horas.


La historia del intercambio de bebés sostiene cierta tensión dramática, pero los temas complementarios como lo son la violación y asumir el embarazo como madres solteras son meros adornos abordados desde el punto de vista del movimiento Me Too.

 


Otro cuento es la segunda vertiente, una vena política del director con respecto a las víctimas de la guerra y de la dictadura de Franco, la que no arroja ninguna idea original y parece un panfleto político impuesto por el discurso oficial.

 

El oficio de Almodóvar encubre los ripios evidentes de este trabajo. Escenas con encuadres hermosos, muy bien construidos, permiten al espectador seguir el hilo de la historia, pero no bastan los alardes estéticos para sostener unos conflictos que se diluyen entre estas dos historias y dejan muchos cabos sueltos.

 


La cita a Eduardo Galeano referida a que la historia humana niega a callarse la boca es mucho más activista y contiene una fuerza que la cinta de Almodóvar nunca alcanza.

 

 

 

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