Ir al contenido principal

LA LEYENDA DEL PIANISTA EN EL OCÉANO (1998)

 Dirigida por Giuseppe Tornatore

 

 ©Aníbal Ricci

 Publicada en Revista Occidente N°515 Abril 2021

 

¿Qué puede salir mal en una película dirigida por Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso), basada en el monólogo teatral Novecento escrito por Alessandro Baricco (Seda), con la partitura a cargo de Ennio Morricone?

 

La literatura es la principal fuente de inspiración del cine, en este caso el guion también corre por cuenta de Guiseppe Tornatore, un artesano que por lo general busca la emoción en el espectador, es cierto que a veces se mueve al borde del sentimentalismo, pero Tornatore se encarga de darle contenido a las imágenes y el sustrato de Baricco le aporta profundidad.

 

Los travellings por la cubierta del Virginian sitúan al espectador en la realidad de comienzos del siglo XX y retratan la emoción de los inmigrantes al avistar “América”. La historia de Novecento (el pianista) será narrada por su amigo Max (trompetista) a través de largos raccontos que dan cuenta de la improbable historia de un pianista prodigio que nació a bordo de un barco y nunca pisó tierra firme.

 


El bebé fue hallado sobre un piano y el maquinista Danny lo crío lo mejor que pudo. Quedó huérfano y los pasajeros descubrieron que el niño tocaba el piano como los dioses. Por largos pasajes vemos a Novecento tocando piezas sublimes, de alguna manera sustrayendo a los pasajeros del temor a navegar por alta mar. Ya adulto creará historias a través de su música, acerca de lo que le cuentan los pasajeros, lo que observa de sus comportamientos, incluso imaginará lugares que nunca ha visitado sacados de llamados telefónicos aleatorios al otro lado del océano.

 

«No estás acabado mientras tengas una buena historia y alguien a quien contársela», le dice Novecento a Max, este último admirador del talentoso pianista, continuamente lo insta a que descienda del barco y comparta su música con el resto del mundo.

 

La historia está contada con los ojos de Max, destila un cariño genuino, la cinta es un homenaje a la amistad incondicional, a esa confianza depositada en otro ser humano que sabrá respetar incluso las determinaciones más radicales. Será doloroso, pero valdrá la pena honrar los deseos de su amigo pianista.

 


La cámara de Tornatore nos conmueve cuando Novecento está componiendo su mejor obra, mirando por la ventana a la mujer de sus sueños, interpretando el viento en su rostro de ensoñación, con el mar a sus espaldas, inspirándose a través de su ventana al mundo, esos ojos de buey del barco que enmarcan la belleza, esa eternidad que sólo los ojos enamorados pueden percibir, el piano es su mundo y en esa claraboya se refleja el exterior que lo conmueve, la fuente de inspiración de ese mundo finito al que el pianista le otorga eternidad.

 

Hay un monólogo al final donde Novecento revela a Max su temor más oculto. En este punto, la película se interna en temas profundos y Baricco expone su tesis acerca del secreto del artista. El pianista estuvo a punto de descender por las escalerillas del barco, deseaba tocar tierra firme para oír la voz del mar y buscar a la mujer de lo había hechizado. Observa la ciudad inmensa con calles interminables, un mundo sin fin que lo asusta. Le dice a Max que esa ciudad representa un teclado infinito con millones de teclas, el piano de Dios, pero le insiste que él sólo es un hombre y ese piano tiene demasiadas teclas, una música que no sabrá tocar, prefiere sus ochenta y ocho posibilidades, ese teclado finito que él puede convertir en infinitas partituras. Novecento es su música y no tiene el valor de abandonar el barco.

 


«No existo para nadie… Max, tú eres la excepción». Recalca la importancia de la amistad, de tener a alguien que escuche nuestra historia, ese otro donde poder reflejar virtudes y defectos. Encontrar ese lugar donde se comprende y no se juzga.

 

A Novecento le basta con que lo escuchen doscientas personas cada vez, regalarles esa eternidad que impone el océano, el pianista desea abrazar el cielo y dibujar notas hasta el fin de sus días. Una explosión no terminará con sus creaciones, el amigo las recordará e incluso Dios podrá hacerle ese lugar en el cielo.

 


Tornatore recurre a un contrapicado para registrar ese abrazo eterno antes de que la dinamita lo haga desaparecer de la faz del océano, mueve los dedos en su piano imaginario y la música resuena en su cabeza por última vez.

 

Antes el piano deambulaba por el barco en medio de la tormenta y viajaba por los pasillos de ese Macondo que era el Virginian. La anécdota no tendrá cien años, pero con el tiempo sólo ha quedado el esqueleto del barco y el piano ha dejado de tocar.

 


Ahora Max apenas tiene unos minutos para contar esta historia prodigiosa, no para recobrar su trompeta, sino para encontrar otro alguien que mantenga viva su amistad con el pianista.

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL AMOR DE LOS CARACOLES

novela de Juan Mihovilovich EL AMOR DE LOS CARACOLES Juan Mihovilovich . comentario de Aníbal Ricci Conocí a Juan en 2013 en la misma librería donde acaba de lanzar esta última novela. Ambos publicamos en Simplemente Editores y Mónica Tejos me invitó a la presentación de «El asombro». Fue una ceremonia íntima en comparación con el presente lanzamiento de mayor concurrencia. No lo había leído, pero él ya era un escritor de trayectoria. Fue particularmente amable conmigo y con mi señora, su vozarrón anunciaba cierta profundidad de carácter.   En aquella novela, la anécdota estaba ligada a ese sacudón milenario que lleva a un hombre a casi abrazar la muerte en medio de la oscuridad. Narraba la experiencia del terremoto de 2010 en el poblado de Curepto donde las oficiaba de juez. Una experiencia que marcó su vida y no me parece casual que Juan comenzara su nueva novela con el capítulo titulado «El mar», donde pierde la vida Laura. Pese a ese suceso definitivo el personaje estará pr...

DRON

  DRON por Aníbal Ricci     I El implante era defectuoso. El cuerpo original fue destrozado durante la segunda década del nuevo milenio. Entrenado a punta de sacrificios sirvió en las filas de un ejército que ya no existe, uno convencional que desapareció del mapa antes del nuevo orden. La habilidad para dirigir drones lo convertía en un oficial letal, su sinapsis privilegiada permitió el implante de una inteligencia artificial que se fundió perfecto a su cerebro. La historia olvidó a los gobernantes del colapso. Uno quería hacerse de unos minerales y creyó engañar al contrincante al ofrecerle un botín de guerra ajena. Los años de lucha debían ser monetizados y esas tierras raras eran indispensables para despuntar en tecnología y vencer como imperio en una carrera que este sujeto administraba como negocio. El contendor entendía la guerra a la usanza del antiguo milenio, pensaba conquistar territorios y hacer crecer las fronteras, en cambio el mercantilista sabía que el ot...

PARTÍCULA

  PARTÍCULA por Aníbal Ricci   Se nace, de espaldas a la madre, el dolor del parto debe ser comparable a respirar por primera vez y abandonar el ambiente protegido. La temperatura desciende y el recién nacido se interna en lo desconocido. Si no respira, esa gota surgida del agua perecerá de inmediato. Debe luchar y ascender desde el océano para transformarse y desarrollar algún talento. El amor recibido en la infancia le permitirá viajar por un túnel que lo trasladará a otro lugar y en el camino podrá coincidir con otro túnel, compartir anhelos y miedos con la esperanza de hacer crecer la partícula. El equilibrio será precario, el miedo lo puede sepultar en el ostracismo o permitirle afrontar el terror, esa alma gemela que lo acepte a pesar de las carencias. Lo químico será un flechazo, el espejismo que lo inmovilizará por un tiempo. Un engaño, salvo que desde el útero haya recibido un abono confortable que le permita transitar varios túneles, aplacando al miedo lo suficiente ...