FICCIÓN DOCUMENTAL
Por Aníbal Ricci
«Yo trabajo con la realidad como materia prima y no con la ficción», le dice Maite Alberdi a Cristian Warnken en la enésima entrevista que le ha propiciado la destacada productora Marcela Santibáñez. Es impresionante como desde hace tres meses se vienen sucediendo entrevistas, cuñas y artículos en los diarios El Mercurio y La Tercera (además de sus revistas temáticas). Editoriales, cartas al director, un sinnúmero de reseñas contando la trama y un extenso etcétera. Se han filmado más minutos de entrevistas que la duración total del documental (84 minutos) y se han transcrito tantas de esas conversaciones con la directora, de hecho, mucho más interesantes que El agente topo, que resulta abrumador si la comparamos con el despliegue promocional, por ejemplo, de Una mujer fantástica.
Recordemos que la cinta de Sebastián Lelio no sólo obtuvo el Oscar a mejor película extranjera, sino que además obtuvo un palmarés bien abultado (Berlín, Goya, Ariel, Fénix, La Habana, Platino, entre los 30 galardones obtenidos), en cambio El agente topo siempre jugo a dos bandas, como documental y como ficción, y habiendo recorrido una veintena de certámenes internacionales, ha sido premiada en San Sebastián con el premio del público al mejor film europeo y seleccionada como uno de los cinco mejores filmes de lengua extranjera por National Board Review (EEUU).
En un ensayo anterior comparábamos la cinta de Alberdi con Nomadland, no por un capricho crítico, sino debido a que El agente topo no califica como documental.
Conscientemente incorpora rasgos de ficción al introducir a un “topo” dentro de la cinta, que hace preguntas que predisponen a los entrevistados. «Sergio hace lo mismo que yo, mantiene 20 veces las mismas conversaciones con las mismas personas», confiesa Alberdi, aunque para el espectador resulta evidente que ha elegido a alguien que seguirá los designios de la directora. La sola sospecha de esta manipulación derrumba todo el cariz documental. Una cinta de no ficción donde destaca un “personaje principal” dentro del grupo ancianos. De hecho, Sergio Chamy obtuvo un reconocimiento como actor en Cinema Eye Honors Awards (EEUU).
Ya el título de la película delata el engaño, hábilmente publicitado para que los puristas no protesten. Sergio investigará el hogar de ancianos desde dentro, pero ninguna de las ancianas sospecha siquiera que Sergio no es quien dice ser. Su valor testimonial es relativo al incluir preguntas, algo simplistas, mediadas siempre y encausadas a través de este “protagonista”.
Si fuera un documental, el punto de vista de Maite Alberdi resulta conservador (presenta el lado amable de los ancianos) y a todas luces condescendiente. Su pretensión de ser un documento de corte social es muy discutible al representar un cierto tipo de estos establecimientos que, a nuestro parecer, no da cuenta de la realidad nacional.
Sergio Chamy (el fusible que canaliza emociones) comienza a hacer preguntas más íntimas y las ancianas supuestamente le confiesan la verdad. Comienza el viraje hacia el melodrama manipulador, que es reforzado por preguntas a veces muy pedestres, da la impresión de que a estos abuelitos hay que tratarlos y preguntarles como niños.
Con cada entrevista Alberdi va desnudando más su postura. Le reconoce a Warnken que observó situaciones negativas dentro del hogar, pero “definió” no mostrarlas para no caer en el prejuicio. Menuda declaración para un documentalista.
La entrevista de Cristian Warnken es demasiado bienintencionada. Warnken se atribuye un estatus de dueño de la cultura, así como Maite Alberdi es la directora estrella que sabe exactamente qué es lo que debe mostrar a los chilenos, su misión es visualizar la soledad de los abuelitos al interior de los asilos. La obvia premisa, de una pobreza franciscana, es la única idea que transita el metraje y ese tono asistencialista, tan propio de las elites chilenas, recorre cada minuto de visionado, una especie de idea de fácil digestión para embobar a la audiencia.
Warnken “asume” que es ético introducir un topo en el asilo y no se le ocurre “cuestionar” a dicho personaje como disruptor de la realidad. Alberdi pensará realmente que el elemento espía es consustancial a la investigación, un pequeño engaño que permite que aflore la realidad.
Esto de jugar a los engaños es particularmente peligroso en un documental. La directora dirige a decenas de personas en torno a un objetivo, les transmite que hay un engaño para sacar el proyecto adelante.
¿Hasta dónde llega el engaño? ¿Sus colaboradores no sentirán también que pueden retrucar algunos aspectos de la cinta? ¿Alguna abuelita habrá descubierto al topo y decidió sobreactuar para la cámara?
El truco es peligroso, no se sabe dónde empieza y dónde termina.
¿Maite Alberdi será la única que engaña dentro de su equipo?
Claramente, no.
La directora, o tal vez la productora, reclutaron al investigador privado Rómulo Aiken para conducir las entrevistas para dar con el agente topo. No se les ocurrió mirar en Google algunos antecedentes. Supongo que no se enteraron (me enteré por la prensa) del prontuario judicial del susodicho. Por presunta obstrucción a la justicia fue procesado el ex subprefecto de Investigaciones Rómulo Aitken, detenido a raíz de una investigación interna por desaparición de evidencia en un caso de narcotráfico. Además, nos enteramos de una acusación de violencia física interpuesta por su pareja. Para el juez, eso sí, sólo serían especulaciones las acusaciones sobre un supuesto cohecho, asociación ilícita o participar en una supuesta “guerra sucia” en el plano electoral.
¿De qué estamos hablando?
El detective a cargo de las entrevistas al agente topo (esto sí es documental) es un sujeto relacionado con apremios ilegítimos en tiempos de transición democrática, acusado de encubrimiento de narcotraficantes e incluso se sospecha de tráfico de drogas.
¿Dónde está el control de la documentalista sobre su material?
¿Alberdi creyó que su pequeño engaño taparía este otro engaño mayúsculo de Aiken?
¡A quién importa a estas alturas si el documental de Maite Alberdi es un fiel reflejo de los hogares de ancianos de Chile!
Lo que sí es verdad es que estas temáticas conservadoras (paternalistas) se utilizan para encubrir la realidad de lo que sí acontece en este país: en tiempos de democracia se torturó a vista y paciencia de los partidos de la Concertación.
La realidad de los torturados (antes de los desaparecidos) sí valen unos metros de película.
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