Dirigida por Emerald Fennell
©Aníbal Ricci
Guion ingenioso (brinda muchas posibilidades al espectador) para dar cuenta de un tema escabroso, donde el mensaje es rotundo, aquí no hay medias tintas, si participas en una violación, todos son culpables, hombres y mujeres, observadores y ejecutores, encubridores y los que no hacen nada, para esta joven directora no hay espacio para el relativismo moral.
Esta es la ópera prima (en el cine) de Emerald Fennell y vaya que sabe cómo contar una historia. Recuerda el talento innato de Xavier Dolan para elegir planos, colores, como si no le costara nada filmar las escenas y un repertorio musical que no resalta por su calidad (la mayoría son tontas canciones para adolescentes) pero sí por un perfecto engarce de contrapunto para llevar el sarcasmo a niveles insospechados. Claro que el tema es serio, muy dramático, aunque Fennell prefiera navegar en las aguas de la comedia negra y transformar a una actriz encantadora como Carey Mulligan en una persona herida, de rostro inexpresivo que consigue interpretar el papel de mujer vulnerable, en permanente estado etílico, para luego aleccionar a los victimarios, a los que Cassandra Thomas transforma siempre en víctimas.
Estamos frente a una actuación merecedora de Oscar (Mulligan siempre ha sido talentosa, incluso para elegir sus proyectos), pero es indudable que el mérito es de la directora para sacarle el máximo de partido a una actuación desgarradora, que en los momentos de tensión sexual opta por el diálogo irónico, nunca queda claro hasta qué punto daña a sus supuestos victimarios, aunque hay indicios de que puede llegar hasta las últimas consecuencias.
Hay alusiones a otras películas del género de venganza sexual como Hard Candy (David Slade), de hecho la directora copia planos de manera impecable, pero incluso cuando Cassie se disfraza de enfermera (de nombre Candy) para vengarse del violador, de pronto pareciera que Nastassja Kinski deja la sinceridad de Paris, Texas (Wenders) para volverse cínica y una verdadera dominatrix frente al violador que se escudó en su juventud e inexperiencia, aunque el espectador se dará cuenta de que este abusador siempre será capaz de cualquier cosa con tal de salvar su nombre.
La venganza es llevada a cabo en cuatro segmentos: Madison (la amiga que no se involucra e incluso cree que todo fue una broma); Walker (la decana de la Facultad de Medicina que no se hace cargo del problema); Mr. Green (el abogado inescrupuloso que exculpa a los violadores); y Cassie/Nina (las amigas cuyas almas mueren por dentro). Las venganzas de los dos primeros segmentos son de antología: insinúan gran crueldad por parte de Cassandra.
El último segmento puede que se le vaya de las manos a la directora, es demasiada la ironía de que un par de muertas puedan vengarse desde la tumba, pero hay que reconocer que Fennell conoce el material y sus contrapuntos audiovisuales son geniales, incluso el final que es sumamente trágico, para Emerald Fennell resulta esperanzador, una lección implacable de moral, rubricada con otra acertada elección musical (Angel of Morning).
La directora posee un gran olfato para mezclar música pop con Wagner. Utiliza paneos envolventes, picados y contrapicados, silencios cuando hay que remarcar la locación (bosque idílico, habitación con decoración de casa de muñecas), recreaciones religiosas para un personaje que de santa no tiene un ápice, pero que a veces es capaz de empatizar con los victimarios e incluso perdonar (tercer segmento).
Cassandra Thomas es un personaje complejísimo, una especie de Caperucita Roja que deambula por el bosque al son de un violín desquiciado al punto de la desafinación. Qué gran escena de suspenso, aquí hay talento en bruto que seguramente dará que hablar en el futuro, recordemos que este es su primer largometraje.
El uso de planos fijos es marca de fábrica, intercalados con un timing envidiable, son planos americanos muy limpios y simétricos que sacan a Stanley Kubrick de su tumba.
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