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CIUDADANO KANE (1941)

Dirigida por Orson Welles

 

 ©Aníbal Ricci

Orson Welles hizo su entrada al cine sonoro, abordando la vida del magnate Charles Foster Kane. El director, de sólo veinticinco años, rompió con los moldes estéticos de la época con un peculiar estilo fílmico. Se valía del uso de grúas para generar tomas imposibles y lente gran angular para los encuadres panorámicos. Sorprende el uso de contrapicados, proyectando sombras en las paredes y el techo gracias a la colocación de focos a ras de suelo. El resultado da cuenta de un cine barroco, de atmósfera claustrofóbica producto de un acertado uso de luces y sombras, siempre jugando con la profundidad de campo, de manera de sorprender al espectador con posturas introspectivas de los personajes.

 

El guion, firmado por Welles y Herman Mankiewicz, se basó en la vida del editor periodístico William Randolph Hearst, con paralelismos sin cabida a interpretaciones, razón por la que el propio empresario intentó que el filme no viera la luz.

 

 


 

Hearst, de alguna manera, operó como alter ego de Welles, debido a que este joven director creía estar por encima de los grandes estudios, siendo comunes los costosos rodajes y queriendo imponer su propio montaje sobre las sugerencias de los productores. Hearst poseía más de una veintena de periódicos, con los que «moldeaba» las noticias. Fue un cultor del sensacionalismo, con portadas destinadas a influir los destinos del país y alterar la convivencia de personas importantes.

 

Hearst «hacía la historia» y Welles quería ser el amo del séptimo arte. De personalidad excéntrica, la visión artística del realizador siempre fue vista con recelo por los grandes estudios. Welles, sin duda, era un director difícil de manejar. Hearst fue famoso por forjarse su propio camino, una especie de héroe para Welles. 

 

 



La autoría del guion no ha sido aclarada del todo. Se cree que Herman Mankiewicz fue el verdadero cerebro tras esas líneas. En el año 2020, David Fincher estrenará «Mank», dando pistas del origen del texto, además de algunos secretos del rodaje. El guion obtuvo el único Oscar de la película, que en su tiempo no fue la preferida del público.

 

La historia comienza con la muerte de Kane, con música propia del cine de terror, con planos generales de la mansión (maquetas de ésta) y adentrándose al escritorio del occiso, que antes de morir, pronuncia la palabra «Rosebud», que será objeto de una investigación periodística.

 

 


 

«Rosebud no es más que una pieza de un rompecabezas, quizás la más importante». Pretender que una palabra resuma toda una vida podría ser algo sobredimensionado, Hearst y Welles siempre fueron unos megalómanos y el proyecto «Ciudadano Kane» no ocultaba esa ambición desmedida. La sala de prensa es oscura y esa oscuridad pretende aclararnos la vida de Charles Foster Kane. El periodista visitará unos archivos kafkianos para buscar las huellas del pasado de Kane.

 

La primera sección de la película es un boletín de prensa, un resumen de la cinta. Posteriormente, se aborda la personalidad del magnate en las entrevistas a su abogado (Bernstein), amigo (Leland) y su última esposa (Susan Alexander). Esos testimonios son alternados con raccontos que dan cuenta del origen de sus obsesiones.

 

Kane aparte del periódico «Inquirer», poseía fábricas, imprentas, navieras y construyó una mansión de 20.000 hectáreas para que viviera su segunda esposa, cantante lírica, otro proyecto personal de Kane, que junto con coleccionar personas (las manejaba a su antojo) estaba obsesionado con comprar objetos, estatuas que importaba desde cualquier rincón del planeta.

 

 



«Estaba desilusionado del mundo y por eso se fabricó uno él solo como rey absoluto». Kane poseía mucho dinero, pero su obsesión no era el dinero, sino el poder, que el entendía como poseer cosas y personas.

 

Durante su vida fue catalogado de comunista, fascista, amado y odiado, nunca lograron clasificarlo. Llevó al país a una guerra con España, luego de la cual Estados Unidos se apropia del Canal de Panamá. Incursionó en política, pero sus enemigos (muchísimos) le enrostraron una relación paralela a su matrimonio (Susan Alexander). Siguió influyendo en política, no directamente, sino moviendo los hilos a través de la prensa.

 


Leland, lo más cercano a un amigo, se enemista a muerte debido a que Kane se considera «dueño de los derechos del pueblo». Leland está cansado de que lo manipulen y decide irse a trabajar a otro periódico para mantenerse fuera del influjo de Kane.

 

El guion carga con el peso tras los hombros de Kane, se va haciendo más desagradable al espectador, a medida que la personalidad del magnate va perdiendo el control sobre sus posesiones. Susan Alexander terminará odiándolo, lo abandonará, dejándolo solo en su mansión de Xanadú.

 

La mansión quedará sin moradores y las estatuas serán los únicos testigos de la soledad que embargó a Kane durante toda su vida.

 


 

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