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Vergüenza (1968)

Dirigida por Ingmar Bergman

 ©Aníbal Ricci

Publicada en Revista Occidente N°507 Julio 2020
 
Una película sobre la guerra, una guerra civil al parecer, vivenciada por una pareja de músicos de una orquesta filarmónica que, huyendo del epicentro del conflicto, permanecen en una isla cultivando arándanos para venderlos a los vecinos de un pueblo cercano.

Eva es una joven casada con un hombre mayor, Jan, un sujeto inseguro que se larga a llorar ante cualquier contrariedad. Se diría que su actitud es algo pusilánime, dejando que las decisiones corran por cuenta de Eva. En la primera parte, la guerra transcurre desde hace cuatro años en el continente y los habitantes de la isla se enteran por radio de que es inminente una invasión. Pese a las diferencias de carácter, la pareja convive amorosamente en medio de esa vida sin mayores preocupaciones.


Pero en la segunda parte llega la guerra junto con los paracaidistas de las fuerzas rebeldes. Acusan a Jan de dar muerte a un invasor, habiendo sido obligado por Eva a darle auxilio (Jan no quería involucrarse; Eva lo abofetea). Si bien es inocente, los arrestan a ambos por conspirar con los rebeldes. Les graban imágenes y retrucan la voz de Eva para esparcir mentiras dentro de la población de la isla. Torturan a Jan y dan muerte a algunos vecinos. Un antiguo conocido, el coronel Jacobi, se ha transformado en el nuevo alcalde y los rescata de la muerte. Este último compra los favores sexuales de Eva (todas las acciones son muy viles), que engaña a Jan ante sus propias narices. La economía familiar depende del dinero que proporciona Jacobi, por lo que Jan hace la vista gorda. Aflora su cobardía y cuando los rebeldes apresan al coronel, Jan no tiene inconveniente en esconder el dinero y asesinarlo por mano propia, de múltiples disparos. La pareja huye (Eva lo dejará apenas acabe la guerra) y encuentran a un soldado extraviado en las ruinas de una casa. Mientras duerme, Jan lo ultima con su propia ametralladora. Eva desconoce y desprecia a este hombre cobarde que con un fusil en la mano actúa como el más vil de los soldados.


Bergman no distingue entre la brutalidad de ambos bandos, que hacen ejecuciones sumarias, torturas, destruyen las casas y queman todo a su paso. Lo interesante es que esa brutalidad transformó rápidamente a Jan, quién sólo desea huir de la isla. Ya no le importa lo que pase con su esposa, así y todo, continúan juntos la huida, buscando la embarcación que abordaría el soldado rebelde. Llegan a la costa y sobornan al piloto que, en medio de la noche, deja a la deriva a estos refugiados. Mientras se alejan del conflicto, asoman de nuevo los rasgos de humanidad y estos hombres comparten el escaso alimento. Surcan aguas apestadas de cadáveres y los van apartando con los remos. Un cielo enorme, invadido de nubes, no es capaz de iluminar los despojos de la guerra. La atmósfera es asfixiante y la edición accidentada, da cuenta de la precariedad del ser humano.


Eva antes quería ser madre, ahora intenta hilvanar algún recuerdo, pero es imposible tras su mirada gris, que ha perdido toda esperanza de abrigar amor por otro ser.

Bergman construye una historia con personajes despreciables a causa de los horrores de la guerra. Jan se transformó en un monstruo que ocultó su cobardía tras las armas y no hubiera dudado en dejar a su familia con tal de salvar el pellejo. La fotografía es sombría y muestra a una naturaleza enfurecida ante los actos de los hombres, violenta y a la vez observando desde afuera el conflicto.


La película es amarga y al espectador le va quitando el aire, enfermándolo al punto de sentir asco de las imágenes. Es una experiencia cruel que provoca no sólo la vergüenza ante los personajes y la guerra que los rodea, sino que de algún modo provoca una vergüenza interna del propio espectador.

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