La canción del camino
Dirigida por Satyajit Ray
©Aníbal Ricci
Película tributaria del neorrealismo
italiano (De Sica), será la primera de una trilogía centrada en la vida de Apu,
los primeros pasos de un joven bengalí en medio de un mundo tradicional marcado
por la pobreza. Su ritmo parsimonioso lo emparenta con el documental
costumbrista (en la primera parte), aunque en la media hora final experimenta
un giro hacia el drama griego, con la diferencia de que el director nos muestra
un camino pedregoso, siempre desde una óptica optimista que resulta cómplice
con el paisaje campesino en que se sitúan los personajes.
Más que anécdotas, el director filma
la vida cotidiana de una familia cuyos recursos apenas alcanzan para mantener
la casa, muy rústica, enclavada en los márgenes de la modernidad a comienzos
del siglo XX.
El tren se oye en los lindes de las
plantaciones, pero el sonido que atraviesa el metraje es la inconfundible
cítara del músico indio Ravi Shankar. Marco perfecto que evidencia el paso del
tiempo, cuyos silencios dejan asomar diálogos y la omnipresencia de la
naturaleza por sobre los eventos narrados.
Apu aprende sus primeras lecciones
bajo el influjo de la familia, un padre amoroso lo alienta en la lectura y la
madre lo cobija con sus cuidados, así como su hermana Durga guía los
aprendizajes diarios.
“No haber visto el cine de Ray es
como existir en este mundo sin haber visto el sol o la luna”, afirmaba Akira
Kurosawa. La precisión del encuadre, travellings panorámicos, primeros planos
subjetivos y la agudeza del punto de vista son marcas de un director conocedor
de la artesanía del montaje.
La media hora final de La canción del camino es poesía pura. Casi no hay
diálogos. El director despliega sus elipsis recurriendo al lenguaje metafórico,
nunca dejando de lado una visión humanista donde la inspiración proviene de las
vidas cotidianas. La secuencia en que el marido regresa a casa es demoledora. Habla
el paisaje, los despojos de la tormenta, los esfuerzos de su mujer por ocultar
un vacío en el alma. Sólo gestos y un grito que se esconde tras la música y la
mirada de incomprensión del niño. La vida continúa, Apu descubre el secreto de
su hermana y la naturaleza lo ayuda a blindar su memoria.
Lo narrado por Satyajit Ray brota
lento e incomprensible al ojo poco sensible. Un guion con pocos giros da cuenta
de vidas alejadas del ajetreo hollywoodense, sin embargo, los personajes calan
hondo, como si los conociéramos desde siempre. Somos testigos de la fuerza del
ser humano y del poderoso milagro de la vida.
La familia prosigue su camino a bordo
de una carreta de bueyes, dejando atrás la tristeza y abrigando esperanzas por
lo que les depare el destino.
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