Dirigida por Marielle Heller
©Aníbal Ricci
Publicada en Revista Occidente N°492 Abril 2019
¿Te puedes engañar por siempre? Es una incógnita que surge en el visionado
de esta película, mezcla de comedia negra y drama contenido, siempre alejada del
melodrama.
Lee Israel es una escritora que en el
pasado tuvo un par de publicaciones en el ámbito biográfico, pero que en la
actualidad insiste en escribir sobre otros y, en consecuencia, no se ha forjado
un nombre en el mundo literario. Desconfía del ser humano y de ella misma no
tiene la mejor opinión. Prefiere escribir acompañada de su gata, quizás el
único ser que la ama de verdad. No es de extrañar que el detonante de la
historia sea su incapacidad para cubrir los cuidados veterinarios de Jersey.
Lee vive en un departamento que parece
una pocilga, pero cuando su gata enferma, se da cuenta de que su editora no la
considera y que sus finanzas han llegado a un punto crítico (renta impaga,
invasión de moscas). En su desesperación, vende una carta enmarcada de una
escritora prominente que mantiene junto a su máquina de escribir. Para su
sorpresa, existe un mercado para estas cartas y toda una red de coleccionistas
que intercambian estas piezas. En la biblioteca pública da por casualidad con
otra carta y consigue otras más para alterarlas con posdatas ingeniosas. Las
más creativas poseen un mayor valor al ofrecer una probada real de la
personalidad de cada autor.
¿Ser un falsificador es suficiente? Lee sobrevive gracias al renombre de
los autores, siempre ha escrito sobre otros y no ha expuesto su voz narrativa a
la crítica especializada. Su personalidad cáustica destruye todo a su paso,
critica a los demás e incluso los suplanta por teléfono. No tiene voz propia,
pero su técnica es capaz de imitar al más talentoso de los escritores. Conoce
el oficio a la perfección, pero es cobarde, según confesará más adelante en el
estrado.
«Las cartas son un portal hacia una
época mejor… donde todavía se honraba la palabra escrita», según sus propias palabras.
Es una criminal dedicada, orgullosa de su trabajo, considera que escribe mejor
que los autores a los que imita. No se siente culpable por su actuar al margen
de la ley.
¿Quién es el maestro? El que crea o el que imita: ¿el escritor
o el falsificador? Este último imita la voz narrativa de cualquiera debido al
amplio conocimiento de otros escritores. Su técnica y versatilidad son
probablemente superiores a dichos escritores.
Lee confiesa a un desconocido de su
negocio ilícito. Otro ser a la deriva que incluso vive en la calle. Jack Hock
sobrevive gracias a su astucia en emprender actos ilícitos menos lucrativos y
se volverá el compañero de Lee para despistar a los agentes del FBI que andan
tras sus pasos.
En el estrado, Lee confesará que no
lamenta sus acciones, pero sí haber perdido a su amigo, un personaje que la
engañaba y abusaba de su confianza, pero también el único que toleraba su
peculiar manera de ser. Quizás por lo mismo, declara a la jueza que se trató de
la mejor etapa de su vida y que ahora es el turno de pagar por los perjuicios a
la sociedad.
La condenan a cinco años de libertad
condicional y seis meses de arresto domiciliario en donde no puede cruzarse con
su antiguo compinche, en cambio debe conseguir un trabajo como correctora de
textos, hacer trabajo comunitario en un refugio para gatos y acudir a sesiones
periódicas en Alcohólicos Anónimos.
A partir de la sentencia, Lee se da
cuenta que ha quedado sola. La sociedad la tiene sin cuidado, pero algo ha
cambiado en su interior. Su tránsito por el mundo delictual le dio otra
perspectiva y se hace consciente de que trató como la mierda a su amigo. Apenas
se reúne con Jack, le pide permiso para escribir la historia que los congregó a
ambos. De paso, Lee amobló su departamento, adoptó un gatito y se consiguió un
computador. Lo más importante, fue encontrando su propia voz narrativa y, fiel
a su estilo, logró escribir un «sórdido y malditamente fabuloso libro». Pese a
su faceta destructiva, Lee siempre fue apasionada en lo que emprendió (las
biografías, incluso). No tendrá capacidad para relacionarse con los demás, pero
sí talento esperando ser descubierto gracias a oscuros y misteriosos derroteros.
Un guion minucioso, detallista, jamás
complicado. Movimientos de cámara muy acertados fluyen armónicamente al compás
de una banda sonora también destacable. Hablamos del trasfondo de la película,
pero debemos sumar un estudio de caracteres bien ejecutado por este par de
actores que evidencian su química en pantalla. «No eres una buena persona… tú
tampoco», sin embargo, son capaces de sobrevivir dentro de la jungla de Nueva
York. La mirada cínica sobre los demás, le permite a Lee Israel una aguda
perspectiva de la realidad y a partir de su patetismo saca a relucir todo su
talento.
¿Podrás perdonarme algún día? Es el
título de las memorias de Leonore Carol Israel. Y, por si fuera poco, le
dedicaron esta magnífica película.
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