Dirigida por Pepa San Martín

Película latinoamericana ganadora del
Festival de Cine de San Sebastián. Opera
prima de Pepa San Martín como directora, nos involucra en la mirada de una
niña de trece años (Sara) que observa el mundo desde el interior de una familia
comandada por dos mujeres. Está inspirada en el caso de la jueza Karen Atala,
que perdió la tuición de sus hijas por ser lesbiana.
El camino fácil para abordar la
historia hubiese sido ubicarse dentro del cine de denuncia, militante y
activista de las minorías sexuales. La dirección de San Martín, en cambio, opta
por una mirada a la clase media chilena, mostrando los prejuicios que la guían,
asimilados del pensamiento de sectores más acomodados y conservadores.
Esta «rara» familia intenta pasar
piola y no molestar al resto de la sociedad. Eligieron al Liceo Manuel de Salas
(lo sitúan en Viña del Mar) como representante de esa clase media donde, según
parece, existe bastante tolerancia al tema homosexual, salvo en sus autoridades
(no sé si será así en la realidad, aunque sin lugar a dudas, el Manuel de Salas
es parte de la clase media chilena).
En el guion colabora Alicia Scherson,
cuyas historias siempre asombran desde un férreo punto de vista (recordemos Play,
El
futuro o El bosque de Karadima). Sentimos los murmullos de los
compañeros, de la madre y del padre desde la mirada de Sara, adolescente sin
una clara posición ante el conflicto, entregada a lo que dictamine un tribunal
o su padre, sin oponer mayor resistencia.
Nica, la gatita adoptada por las
niñas, es esterilizada y nadie le pregunta; a Sara y a su hermana tampoco,
simplemente el padre las aparta de su madre a través del dictamen judicial. Él
tiene un pasar acomodado y quizás su hija no calza con su moral conservadora,
dice estar preocupado por su hija, pero acaso prefiere higienizar su entorno
social.
Hay gran mérito en la dirección de
actores, la cotidianidad fluye de manera natural y habría que felicitar a la
productora por un muy acertado casting.
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