Dirigida por Wim Wenders
Los ángeles se ubican en lo alto de la Columna de la Victoria, observando una ciudad de Berlín dividida por el muro de la vergüenza. El pueblo alemán experimentó su propia decadencia. «Cuando era niño… para él todo era divertido y las almas eran una», ahora está dividido en dos naciones, antes de la transformación que sucederá dos años después (caída del muro) y contrario a la idea de unidad que planteará la película para las futuras generaciones.
©Aníbal Ricci
«Cuando el niño era niño no sabía que
era niño, para él todo era divertido y las almas eran una», la poesía de Peter
Handke nos contará una historia de infancia, no precisamente la de un niño,
sino la historia de la humanidad que recién comienza. Una pluma escribe frases
en la pantalla, la palabra será de vital importancia para la evolución humana y
esta película mezclará poesía y extensos parlamentos para contarnos una simple
historia de unificación. La voz en off narra lo escrito en alemán y constituye
la entrada para que esa literatura tome vuelo y sintetice las icónicas imágenes
en blanco y negro fotografiadas por el francés Henri Alekan.
Tras una toma cenital, aérea y
distante, el punto de vista se instala desde un inicio en la visión que tienen
los ángeles de la vida terrenal. La cámara desciende a la ciudad y se interna por
los edificios de Berlín donde viven familias reales de carne y hueso. Se trata
de una mirada irreal (la de los ángeles) formalizada a través de los versos,
una expresión elevada del lenguaje, todo ello para dar cuenta de la realidad de
los hombres que se filtra en cada pensamiento dentro del universo familiar. Suceden
elegantes travellings entre cada habitación, con una edición de sonido perfecta
haciendo transiciones y dándole continuidad a los monólogos interiores de los
miembros de mayor edad.
Los ángeles se ubican en lo alto de la Columna de la Victoria, observando una ciudad de Berlín dividida por el muro de la vergüenza. El pueblo alemán experimentó su propia decadencia. «Cuando era niño… para él todo era divertido y las almas eran una», ahora está dividido en dos naciones, antes de la transformación que sucederá dos años después (caída del muro) y contrario a la idea de unidad que planteará la película para las futuras generaciones.
Los ángeles no distinguen los colores,
desconocen el sabor de las cosas, pero pueden escuchar los pensamientos y
susurrar palabras para rescatar a los mortales de la tristeza que los embarga. Estos
seres poblaron la faz de la tierra desde sus orígenes, mucho antes del
surgimiento de la vida, han sido testigos de la creación durante miles de miles
de años. Escuchan a los hombres mientras transmiten su cultura, los escuchan
principalmente en las bibliotecas, aquellas de muchos pisos que ha edificado la
humanidad. Un anciano sube esos peldaños, sabe que la dificultad tendrá su
recompensa. Este escritor relata sus crónicas del Holocausto, la voz de
millones que no debe ser silenciada. Sus pensamientos, sus palabras tienen la
carga de una roca, ésa que sube una y otra vez Sísifo (Albert
Camus), la perseverancia que hace que los actos del hombre sean más puros que
el de los mismos dioses. Sus libros reivindican la historia y restablecen la
memoria. Plasman la realidad y a partir de ella, otros seres humanos más
jóvenes seguirán construyendo esta historia reciente. Dificultosamente, el
anciano vuelve sus pasos al barrio judío de su infancia. Sobreviven ruinas,
sobre todo las crónicas que aún no ha contado. Mover la roca hacia la cima
mientras en los otrora calabozos ahora filman una película de la Segunda Guerra
Mundial. Entre esos escombros se torturó, se exterminó a miles y millones de seres
humanos. Los actores lucen uniformes perfectos y entran por la entrada
principal, mientras los judíos son personificados por extras, entrando por la
puerta trasera, algunos seres humanos fueron rebajados a la calidad de extras y
luego desechados en fosas donde vemos niños asesinados, son escenas fuertes,
plasmarlas en una película les otorga realidad a esos episodios oprobiosos. El
genocidio fue irreal, demencial, no lo creeríamos si las escenas no fueran
inmortalizadas en la ficción rodada sobre esas ruinas.
Los ángeles son seres que en cierto
modo aún no han nacido, viven la eternidad sin correr riesgos, no se han jugado
la vida en un juego de dados. La idea del eterno retorno, postulada por
Nietzsche. En un instante se juega todo, la historia del hombre,
de Alemania o el mundo interior de cada individuo. El instante es el fin, no un
mero eslabón de la cadena. Es la roca de Sísifo, el valor de intentarlo una y
otra vez. En esos intervalos descansa la inmortalidad de los humanos, esos
instantes finitos que contienen eternidad. Detenerse en un puesto de comidas,
en medio del frío matinal saborear un café y luego fumar un cigarrillo. Damiel
y Cassiel desconocen esos placeres como desconocen el valor del dinero.
Los
hombres temen a la muerte, aunque la enfrentan en cada acto. Una trapecista se
mueve en las alturas, semeja un ser alado y cualquier error puede ser fatal. Al
ángel le aterra que Marion vaya a caer del columpio, para él volar es cuestión
diaria, para la trapecista cuestión de vida o muerte. Los ángeles añoran esos
actos que desafían al desenlace inexorable. Damiel se ha enamorado de la
mortal, renuncia a sus alas y se precipita a la tierra. Es un nacimiento doloroso quedar a
merced de las inclemencias del tiempo. Renuncia a las conversaciones a bordo de
un automóvil donde él y Cassiel comparten las experiencias humanas que ambos
han registrado en sus libretas. Abraza su soledad sumido en la incomprensión de
los habitantes de la ciudad.
Marion
es una mujer solitaria. Rehúye del placer, le interesa el deseo de amar. En
sueños ha visto al ser anhelado que ha esperado toda su vida. En un concierto
de Nick Caves concurren los travelling opuestos. La música es irreal y
desacompasada. El blanco y negro cede al color mientras el cantante cuenta la
historia de una chica. Habla de Marion que se encuentra con Damiel en la barra
del bar. «Ella es la
eternidad», insinúa la lírica de la canción, estaban destinados a conocerse.
Una copa de vino entrelazada en silencio. Un close-up para confesar que ella
nunca se sintió sola, esperaba para volcar su amor y transformarlo en una sola
entidad. Damiel sabe que Marion vino a llevarlo a casa, a esta Alemania que ya
no estará dividida. En el futuro esta historia logrará unificar el espíritu de
los descendientes de la nación.
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