Dirigida por Thomas Vinterberg
©Aníbal Ricci
Mi libertad queda estrangulada y mi ser se
aliena al ser «visto
por otro»,
postulaba Jean-Paul Sartre. Thomas Vinterberg encara esta visión existencialista
de forma dramática: una niña asiste a un jardín infantil y desliza una mentira
con tal de acaparar la atención de los adultos y de sus mismos padres. Este
primer tema, la supuesta inocencia de niños que no saben mentir, incluso hace
pensar en que el ser humano puede ser más cruel que nunca durante la infancia,
época en que los niños están calibrando sus límites de acción, sabiendo de
antemano que los van a perdonar.
La maldad de «los otros» se anticipa en esta película. El director
siempre va un paso adelante del espectador y va sugiriendo los acontecimientos
mediante elipsis, incorporando muy bien los cambios climáticos a la narración,
desencadenando un «infierno creado por los otros», segundo tema importante dentro de esta pequeña
comunidad, donde todos se conocen y comparten tradiciones de salir a cazar y
beber entre amigos sin decirse nada trascendente. Lucas es el empleado bonachón
que trabaja en el jardín sobre el cual recae ese rumor maledicente que se
esparce como una enfermedad contagiosa.
Lucas no conoce otro mundo y se aferra a los
lazos de amistad que ha cultivado en el pasado, aunque la comunidad le da de
inmediato la espalda y lo aparta como a un virus, de forma despiadada, con toda
la violencia atávica que poseen los hombres, echando mano a esa maldad que
todos llevamos dentro.
La búsqueda de pertenencia a un grupo social es
un tercer tema, crucial a la hora entender el empecinamiento del protagonista
por mostrar su inocencia. En lugar de mirar todo desde la vereda del frente y alejarse
de esa jauría desbocada, Lucas se deja violentar (acaso ni siquiera se perdona
él mismo) hasta que el grupo, eventualmente, vuelva a acogerlo en su seno.
Vinterberg también destruye el postulado de la
fidelidad de los amigos, cuarto tema abordado por la cinta, donde la «creencia del grupo» resulta más importante que el pensamiento individual,
que se nubla ante la opinión de la mayoría y es capaz de desbordarse en una
violencia demencial.
Implícitamente, la película plantea lo peligroso de
tener amigos que no estén a la altura del conflicto o hacerse rodear de gente
sin convicciones propias, que ante cualquier dificultad vuelven al estado
salvaje de la naturaleza. La idea de «pueblo chico, infierno grande» cruza este relato que bien podría ser una
tragedia griega, pero que sufre un giro inesperado cuando, luego de la Navidad,
la gente recupera la cordura y la tensión parece desaparecer al menos en la
superficie.
De alguna forma, Lucas nunca entendió que siempre había estado solo, mejor
dicho, prefiere no enfrentarse a sí mismo y dejarse llevar por el beneplácito
de la comunidad.
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