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La cacería (2012)

Dirigida por Thomas Vinterberg

©Aníbal Ricci

Mi libertad queda estrangulada y mi ser se aliena al ser «visto por otro», postulaba Jean-Paul Sartre. Thomas Vinterberg encara esta visión existencialista de forma dramática: una niña asiste a un jardín infantil y desliza una mentira con tal de acaparar la atención de los adultos y de sus mismos padres. Este primer tema, la supuesta inocencia de niños que no saben mentir, incluso hace pensar en que el ser humano puede ser más cruel que nunca durante la infancia, época en que los niños están calibrando sus límites de acción, sabiendo de antemano que los van a perdonar.


La maldad de «los otros» se anticipa en esta película. El director siempre va un paso adelante del espectador y va sugiriendo los acontecimientos mediante elipsis, incorporando muy bien los cambios climáticos a la narración, desencadenando un «infierno creado por los otros», segundo tema importante dentro de esta pequeña comunidad, donde todos se conocen y comparten tradiciones de salir a cazar y beber entre amigos sin decirse nada trascendente. Lucas es el empleado bonachón que trabaja en el jardín sobre el cual recae ese rumor maledicente que se esparce como una enfermedad contagiosa.


Lucas no conoce otro mundo y se aferra a los lazos de amistad que ha cultivado en el pasado, aunque la comunidad le da de inmediato la espalda y lo aparta como a un virus, de forma despiadada, con toda la violencia atávica que poseen los hombres, echando mano a esa maldad que todos llevamos dentro.

La búsqueda de pertenencia a un grupo social es un tercer tema, crucial a la hora entender el empecinamiento del protagonista por mostrar su inocencia. En lugar de mirar todo desde la vereda del frente y alejarse de esa jauría desbocada, Lucas se deja violentar (acaso ni siquiera se perdona él mismo) hasta que el grupo, eventualmente, vuelva a acogerlo en su seno.


Vinterberg también destruye el postulado de la fidelidad de los amigos, cuarto tema abordado por la cinta, donde la «creencia del grupo» resulta más importante que el pensamiento individual, que se nubla ante la opinión de la mayoría y es capaz de desbordarse en una violencia demencial.

Implícitamente, la película plantea lo peligroso de tener amigos que no estén a la altura del conflicto o hacerse rodear de gente sin convicciones propias, que ante cualquier dificultad vuelven al estado salvaje de la naturaleza. La idea de «pueblo chico, infierno grande» cruza este relato que bien podría ser una tragedia griega, pero que sufre un giro inesperado cuando, luego de la Navidad, la gente recupera la cordura y la tensión parece desaparecer al menos en la superficie.


De alguna forma, Lucas nunca entendió que siempre había estado solo, mejor dicho, prefiere no enfrentarse a sí mismo y dejarse llevar por el beneplácito de la comunidad.

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