Dirigida por Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano
©Aníbal Ricci
Publicada en Revista Occidente N°510 Octubre 2020
La película reúne imágenes inéditas
de los años setenta y otras posteriores (de archivos periodísticos) con
entrevistas a los economistas que conformaron el grupo denominado Chicago Boys,
debido a que todos ellos estudiaron en la Escuela de Chicago bajo el alero de
Milton Friedman. El montaje histórico del material y el ritmo narrativo que le
imprimen las entrevistas convierten a este documental en una cinta con un punto
de vista bien desarrollado, haciendo incapié en la connotación a conceptos como
la envidia y libertad, entendida de forma diferente por los entrevistados y por
los directores.
El propio Friedman es citado para dar
cuenta de que la avaricia no es mala, sino un motor impulsor del bienestar
económico de la sociedad. La economía
de libre mercado supone que la maximización de los beneficios de cada persona
va a permitir (sin darnos cuenta) el máximo logro de la sociedad. Deja en claro que su doctrina
económica se funda sobre una visión hedonista del ser humano, donde los deseos
personales se deben satisfacer de inmediato sin importar los intereses de los
demás.
Hay que reconocer una visión política
en el documental, aunque no una rigurosidad en la argumentación. La cinta no
ahonda en los mecanismos que llevaron al gobierno de la Unidad Popular al descalabro,
sino que se limita a mostrar las extensas colas para surtirse de alimentos
básicos. Repite lo que hemos visto en otros documentales: la intervención de la
CIA norteamericana para financiar al diario El Mercurio y orquestar el golpe
militar desde el ámbito comunicacional; la injerencia de la Marina en canalizar
un programa económico surgido desde los Chicago Boys, que se reconocen
apolíticos y que no tenían conocimiento de un futuro golpe de estado y una vez
instalados como colaboradores pasivos (ellos mismos se autodefinen) declaran su
desconocimiento de las violaciones de derechos humanos perpetradas por la
dictadura de Pinochet.
La primera parte está destinada a
documentar la camaradería de los alumnos chilenos en el extranjero e incluso
sus fiestas, mostrando el germen de un grupo que no hablaba de política y que
se concentró en aprender lo estrictamente técnico. Cuando el grupo volvió al
país (antes de que Allende ganara las elecciones de 1970) intentaron convencer
de las bondades del modelo neoliberal al propio Jorge Alessandri, candidato de
derecha que no se mostró interesado en las nuevas ideas económicas. Sergio de
Castro reconoce que las profundas reformas al sistema económico chileno
hubieran sido imposibles sin la participación del general Pinochet.
El documental no menciona los
herramientas que utilizó Sergio de Castro (ministro de Economía y
posteriormente de Hacienda hasta 1982), esto es, la promulgación del Decreto
Ley 600 en 1974 (poderoso instrumento que permitió atraer capitales extranjeros
a nuestro país) y la venta de más de 700 empresas estatales (traspasadas a
precios irrisorios a los privados y que explican el origen de muchas fortunas
locales) otorgando un mandato a los privados (guiados por el interés de
maximizar la utilidad) para fomentar la inversión nacional e impulsar la
economía.
Tampoco aborda el fracaso del modelo
inicial (mantención de paridad cambiaria con el dólar) que llevó al país a una
profunda crisis económica que hizo quebrar la banca nacional y mantuvo el
desempleo en dos dígitos durante varios años.
El documental debería haber sido
expreso en señalar que la profundización del modelo neoliberal, a partir de ese
fracaso, fue posible gracias al respaldo de una dictadura (las fuerzas armadas)
donde el costo de la crisis recayó en los hombros de los trabajadores chilenos
y sus ahorros (no olvidar la quiebra del banco BHC y de muchas financieras, y
el surgimiento de la deuda subordinada o perdonazo al sistema bancario privado).
Tampoco menciona que, en esta segunda
etapa de profundización del modelo neoliberal, se crearon las AFP (poderoso
motor de la inversión privada aportado por cotizaciones individuales de cada
trabajador), el FUT que también incidió en el aumento de la inversión privada,
permitiendo diferir el pago de impuestos en la medida que las empresas
reinvierten en maquinarias o investigación y desarrollo. Este último mecanismo
(sus abusos) da cuenta de parte importante de la desigualdad de la riqueza en
Chile.
El documental muestra el descontento con
el modelo liberal (otro tipo de colas) a través de manifestaciones encarnadas
en marchas multitudinarias, no entregando estadísticas (las hay y de muchas
fuentes) que sustenten el malestar ciudadano. Rolf Lüders explica que no le
importa la desigualdad sino la pobreza (legitima la "teoría del
chorreo") y su defensa de la libertad encuentra eco en los actuales
políticos de derecha, que no aprecian la totalidad de las aristas del concepto
libertad, entendiendo a la libertad sólo en su ámbito económico y desconociendo
su dimensión político-social, lo que explicaría la actitud pasiva de ese grupo
de la sociedad ante las atrocidades de la dictadura militar.
El principal acierto de este
documental es recoger las opiniones, en primera persona, de los agentes del
cambio económico, reconociendo que esa libertad económica se logró gracias a la
restricción de las libertades de asociación, gracias a un sistema binominal que
perpetuaba el modelo neoliberal y al rol de los medios de comunicación
(mayoritariamente de derecha) encargados de difundir las bondades del modelo.
Una parte de la entrevista a Ernesto Fontaine (que en paz descanse) sacó
carcajadas de parte de la audiencia. Menciona que durante la Unidad Popular
"no se podía adquirir ni papel confort", en momentos en que el país
es víctima de una colusión de precios (durante 10 años) por parte de la empresa
privada, específicamente del grupo Matte a través de CMPC, mostrando las
consecuencias nefastas de llevar a ultranza el modelo neoliberal de Friedman
(modelo que no se aplica en ningún país del mundo en la actualidad).
El documental hace un llamado a
reflexionar. Todo el bienestar material de los
individuos puede carecer de significado si no está en armonía con la valoración
de su trabajo. Si los integrantes de las familias perciben que otros miembros
de la sociedad reciben más dinero y prestigio, en forma desmedida a sus
esfuerzos desplegados, esa persona no va a estar satisfecha desde un punto de
vista emocional e incluso puede que su productividad vaya mermando en el
tiempo, en la medida que no se realicen las correcciones pertinentes al mercado. Cuando una sociedad alienta la envidia como motor de
desarrollo, se va a incubar una amargura extrema en aquellos grupos más
desposeídos y ésta puede ser insalvable si no se corrige a tiempo a través de
algún mecanismo ajeno al libre mercado, ya sea el gobierno o algún otro grupo
de la sociedad. Esa amargura obstaculiza la evolución de la sociedad al no permitir
a los individuos relacionarse en términos solidarios con sus semejantes,
impidiéndoles visualizar lo que no vaya en su propio provecho. Lejos de
aumentar sus beneficios, esa envidia contenida disminuirá la productividad de
muchos trabajadores (no sólo los más pobres), lo que va a terminar frenando el
desarrollo del país.
Comentarios
Publicar un comentario