GOTAS DE AGUA
por Aníbal Ricci
Amanda salió al balcón a recibir la primavera. Una mujer observa
desde la vereda del frente. Repasa los apuntes en su mente, durante la tarde
irá a la facultad a dar un examen. Sus padres viven en Linares y ella será la
primera de la familia en pasar por la universidad. Ellos son comerciantes y
pueden costear ese lugar en calle Manuel Montt. Su única distracción es ir al
cine a no muchas cuadras de distancia. Acude al Normandie y siempre lee los
impresos con las reseñas. Aprecia las palabras expertas que invitan a conocer a
otros directores.
Las funciones de trasnoche son especiales, le encanta ubicarse
en los primeros asientos sabiendo que será la única en medio de esa oscuridad. «Corazón salvaje», de David Lynch ha sido el título elegido. Un cuento de hadas
entre Sailor y Lula que surcan el desierto escuchando a Chris Isaak.
Nunca soñé conocer a alguien como tú… La señora mira hacia su ventana, algo familiar reconoció en su
rostro. Si bien la película es romántica, posee imágenes fuertes que invitan a
lo prohibido. Una bruja tan distinta a su progenitora, siempre preocupada por
servirle una once entre las horas de estudio. Nunca invitó a alguien a repasar
una lección.
Un juego perverso me hará soñar contigo... A veces la asalta una pesadilla con un hombre de otro idioma,
pero son imágenes de una realidad posible en algún lugar distante. Esa mañana
se encontró con la mujer al tomar el bus. Le dijo que venía del futuro, pero
siguió de largo al ver su ropa extravagante.
Amanda vive con Ágata, una minina silenciosa, y en clases apenas
conversa con sus compañeros. Sólo presta atención a los profesores de cátedra.
Rara vez escucha canciones románticas de Mirian Hernández, nadie entendería esa
predilección. Letras empalagosas dirigidas al vacío. Si presta un cuaderno será
cuidadosa, por ningún motivo a alguien del otro sexo. Ágata hace sus
necesidades en una caja de arena. Las únicas palabras de afecto suponen que la
gata acude a la universidad. Repite con ella las materias y la gata maúlla al
sentirse aludida.
Después de la función se aventuró a la discoteca del frente. Le
atrajo la música y un mulato se quedó prendado. Amanda no baila salsa y el
muchacho le tuvo paciencia. No le descifra una palabra, aunque de alguna manera
se entienden. Jamás había prestado un cuaderno, pero esta vez se dejó llevar.
La invitó a un trago de nombre gracioso y observó esos ojos seductores.
Al salir caminaron por Providencia hasta dar con su departamento
y en medio de la oscuridad filmaron sus propias escenas. En Linares había dado
un beso, pero esta vez se vio vulnerable. Vislumbró el peligro que sufrió Lula
con ese hombre de mirada lasciva. Ese tal Perú de verdad intimidaba, en cambio
este muchacho le pareció correcto.
El mundo estaba en llamas y nadie podía salvarme… Al día siguiente, la mujer del futuro le confesó que tendría una
hija. No se asustó y la invitó a comer un pastel. Le habló de Rusia y de
misiles nucleares. El mundo no estaba preparado, el desplome de las economías
al cerrarse los mercados. Las deudas de los bancos centrales fueron imposibles
de pagar y las monedas se desplomaron al tiempo que los precios se elevaron por
las nubes. El patrón oro tampoco resistió al sucumbir el intercambio de metales
preciosos. La globalización había sufrido una dura estocada.
La mujer del futuro dejó de confiar en los hombres y los
asiáticos fueron los únicos capaces de sustentar la economía. Hubo ciudades
arrasadas por bombas atómicas y las guerras comerciales quedaron atrás. Un
tercio de la población pereció entre los estallidos y las secuelas
radioactivas. La conquista de territorios dejó de tener sentido y el zar ruso
perdió el apoyo de sus gobernados. Tras la devastación surgió la cooperación de
científicos de todas partes. Fueron posibles los viajes en el tiempo y ya mayor
quiso conocer a su madre que había muerto en el parto. Los abuelos viajaron a
la capital en vísperas de su nacimiento.
Nunca soñé que conocería a alguien como tú… Las manos del muchacho recorriendo su cuerpo con delicadeza.
Sailor la amaba con locura en medio de esa discoteca de música estridente. Este
Elvis Presley era mulato. Habla otro idioma, pero ella vence sus miedos y
completa los pasos de baile. Un tipo de escena que no aparece en las películas.
Lo conoció unas horas antes y sabe que será la última. Disfruta el placer de lo
oculto y esta señora la mira directo a los ojos.
Soy tu hija, lanza a boca de jarro, una hija de verdad anciana.
Bebe su café y recién comprende las consecuencias de su noche de lujuria.
Presintió algo definitivo al ser abordada por ese hombre. No era una pesadilla,
era una imagen del futuro.
Nunca soñé que perdería a alguien como tú… Le repitió esa mujer y la canción de Chris Isaak se abrió paso
por la carretera. El descapotable dejaba atrás los problemas, mientras las
llamas consumen el pasado y los faros iluminan ese salto al vacío, ese sexo con
el hombre sin idioma, una noche de sueños inconfesables. Ahora la hija conoció
a su madre y en nueve meses la volverá a perder.
Amanda siguió observando hacia la vereda del frente durante un
mes entero. Siguió yendo a clases imaginando cómo crecería su vientre. No les
contó a sus padres. Un día se vio a través de la ventana. Una réplica suya
junto al kiosco de la esquina. Bajó las escaleras y enfrentó a esa adolescente.
Esta le confesó que su hija vino antes a robarle un cabello y lo clonó en el
futuro. La anciana antes de morir le narró la historia para evitar que muriera
en el parto. El futuro no tenía sentido y a sus años prefería dejar de existir
para que su madre disfrutara los días antes del colapso.
El clon irradiaba belleza y esa voz cristalina le aconsejó
abortar para evitar la muerte. Los padres de Amanda eran católicos y los
asuntos del futuro simples derivaciones de una canción.
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