PARTÍCULA por Aníbal Ricci Se nace, de espaldas a la madre, el dolor del parto debe ser comparable a respirar por primera vez y abandonar el ambiente protegido. La temperatura desciende y el recién nacido se interna en lo desconocido. Si no respira, esa gota surgida del agua perecerá de inmediato. Debe luchar y ascender desde el océano para transformarse y desarrollar algún talento. El amor recibido en la infancia le permitirá viajar por un túnel que lo trasladará a otro lugar y en el camino podrá coincidir con otro túnel, compartir anhelos y miedos con la esperanza de hacer crecer la partícula. El equilibrio será precario, el miedo lo puede sepultar en el ostracismo o permitirle afrontar el terror, esa alma gemela que lo acepte a pesar de las carencias. Lo químico será un flechazo, el espejismo que lo inmovilizará por un tiempo. Un engaño, salvo que desde el útero haya recibido un abono confortable que le permita transitar varios túneles, aplacando al miedo lo suficiente ...
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