(crónica)
AMOR DE ESCRITOR
por Aníbal Ricci
No conocía al director, pero en realidad yo no
era escritor y desconocía todo de literatura chilena. Mandé un pequeño extracto
de una novela que todavía no tenía título. En respuesta adjuntó un cuento sobre
relaciones peligrosas, muy paranoico, había que proponer un final alternativo.
Quedé seleccionado en ese taller Mapocho y Estación. Feliz porque era un
proyecto financiado por fondos concursables y en esos días carecía de respaldo monetario.
Doce elegidos, pero en ningún caso apóstoles, sino un grupo de personas que
hacíamos nuestras primeras armas en las letras.
–El vino me calmó y me conectó
contigo.
–Estaba tan triste.
–No puede haber rencor entre nosotros.
–Fue difícil para ambos.
Dos compañeros de vida, al parecer hay cosas
irreconciliables en la relación. Pero se aman y se dedican palabras cariñosas
en la despedida. Nos juntamos con el director en el café Colonia, en el futuro la
pandemia hará desaparecer este lugar donde pactamos las primeras correcciones.
Los diálogos nunca deben estancar un relato… deben proponer saltos en la escena. El director nos
hacía leer autores como Hemingway y su lección permeaba nuestras cabezas. «Fue
difícil para ambos» es una declaración de amor. Estaban tristes y el vino se
transformó en un bálsamo que dejó fluir esas palabras. La palabra «rencor» denota que hay un conflicto.
Revisamos los cuatro primeros capítulos de la
novela. Muy intensa al comienzo y luego el narrador reflexiona y junto con
atenuar el ritmo, la calidad del escritor también decae. Hay que cuidar el
interés del lector. Esas reflexiones pueden incluso ser digresiones, pero deben
situar al personaje en la escena. Lo no dicho debe aparecer en las palabras
claves del diálogo.
–Veo que encontraste las últimas líneas.
–Me hizo bien caminar, correr, no era un
movimiento falso, eres muy perceptiva.
–Es bastante admirable tu yo ebrio como dijiste
una vez.
–El personaje de hace veinte años escuchaba
Faith No More... porque el otro día te mostré Innocence.
–Estoy acostumbrada a leer entre líneas.
–Tuve la delicadeza de cambiarlo.
–Journey está bien, nunca me ha gustado.
–Tengo un poco de miedo, prefiero ser
precavido.
En el taller había pocos alumnos y la
generosidad del director fue su marca de fábrica. Tuvo tiempo para cada uno de
nosotros y en los textos había poesía, crónica, cuento, novela, relatos
testimoniales y una breve obra de teatro, abordando temas distintos con
diferentes estilos. El director buscó nuestra voz interna y nos enseñó a
escribir. Cuando hablas de las «últimas líneas» no te refieres al
escrito, son líneas de la carretera que es tu vida, pero también son rastros de
cocaína. Al decir «última» te refieres a que estás dejando los vicios
en el pasado. Esas líneas no eran un «movimiento falso», fueron todas
aquellas malas decisiones que lo llevaron a conocerla. El sujeto agradece haberse
equivocado tanto, es un precio ínfimo por haber encontrado a su amada. El vino
es un catalizador, pero incluso ebrio el personaje sabe lo que busca. Sabe que
sus palabras pueden hacer daño y cambia la redacción. Donde antes estuvo Faith
No More ahora introduce a Journey. A ella no le gusta ninguno de esos grupos,
pero Journey es una decisión más neutral. El escritor–personaje cuida
ese amor y está dispuesto a trabajar por ello. Podría incluso borrar toda la
novela y reescribirla, ella es lo más importante para el autor. «Innocence» no es sólo una canción, es esa
inocencia del escritor cuando algún recuerdo puede confundirse. El autor
recurre al pasado, a lo que conoce, pero lo que siente es nuevo porque esta
chica es el amor de su vida. Es su primera vez y quiere que todo sea una
experiencia. Resignificar los recuerdos, esperando el momento en que ella le
mostrará el futuro.
El director del
taller era un verdadero maestro que enseñaba su oficio con dedicación. Por eso
doce alumnos y no sesenta, por eso las dos horas destinadas a un café. Para corregir
hasta la frase más insignificante, nos enseñó que cada línea era importante
para el relato.
–Te escondes cada vez más en tus cuentos.
–Es imposible no escribir desde el yo.
–No deberías sentir miedo.
–Eres una mujer de cuidado.
–No te haré daño, no podría.
–Soy más paciente con los años.
Respeta todas las creencias en tiempos para
nada tolerantes. Cada uno tiene algo que decir y el director va puliendo
nuestros mensajes, desarrollando la anécdota sin excesos. Sólo debe aflorar lo
importante. Es enemigo del adjetivo, mientras la estructura debe ser sólida
como las matemáticas. Para él escribir es una ciencia, que por cierto debe ser
acompañada del talento necesario. El autor expresa el parecer de sus
personajes, introduciendo escenas donde el lector completará la acción.
Insinúa, los adjetivos le quitan posibilidades a la historia. Se esconde tras
sus cuentos y el miedo que afronta en su vida los vence en la ficción. El
escritor tiene miedo de perderla, esa es la verdadera razón para volver a
intentarlo. Se ha vuelto un tipo paciente con los años, ya no existen las
premuras de antaño. Es un amor maduro que extiende sus tentáculos de maneras
insospechadas. Los amantes conversan en línea y los diálogos son cada vez más
profundos. Hay conexión verdadera porque este amor es genuino. Cada uno va
completando las frases del otro, aportando a esa idea de comunión que los hará
crecer.
–Ojalá nos podamos ver mañana.
–Yo meditaré para ver hacia dónde navego... me
queda un sólo cuento para terminar lo de Iron Maiden.
–Quiero llevar a los niños a una obra de
teatro.
–Y lo compagino en unas tardes de café.
–Voy a dormir.
–¿Dónde dejé mis apuntes?
–Blood Brothers posee vertientes interesantes.
–Hay que elegir.
–La parte entretenida.
«Nos veremos mañana» suaviza la
ruptura inicial. Hay esperanza y el escritor medita sobre las próximas líneas.
Este amor hay que trabajarlo día a día, un cuento más y habrá de empezar otro
libro. Porque esta historia tendrá muchas anécdotas y exquisitos instantes de
felicidad. Los integrantes del taller hacen sugerencias a este esbozo de
novela. Les gustan los diálogos, pero son despiadados con el cuarto capítulo.
Todos hemos criticado el trabajo de otros. Con cariño también se pueden hacer
bien las cosas. Tuvieron que dejarnos los alumnos más intolerantes, en eso el
director fue inflexible. Nos reunimos para mejorar nuestros textos, no para
deslizar comentarios morales de los personajes, menos de los autores. Somos un
grupo de amigos que tras cada sesión se junta en el desaparecido Cuervo, que cerró
cuando el Cine Arte Alameda fue consumido por las llamas del estallido social.
Cuántas historias quedaron atrapadas en esas paredes llenas de afiches de
películas. La mujer posee un raciocinio impecable y está unos peldaños por arriba
del escritor. Expone sus diferencias, pero jamás lleva su percepción al extremo
de lo imposible. El escritor vertió muchas lágrimas, su amor no siempre es
comprendido y eso lo frustra. Ella lo aconseja sobre un texto. Hay que elegir
la peripecia que detone el conflicto. Siempre habrá riesgo al optar por una
decisión. Pero la vida continúa y hay que afrontar las desavenencias con
valentía. Hay que sortear obstáculos, esa es la parte entretenida. El director
lo sabe bien, enseñar a escribir es un regalo para toda la vida y cada escritor
debe regar su propio jardín.
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