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Bergman y su visión de la muerte

©Aníbal Ricci

Publicada en Revista Occidente N°486 Septiembre 2018

Hace más de cincuenta años, el maestro Bergman mostraba su imaginería respecto al tema de la muerte.


Su padre era pastor luterano y por ende Bergman conocía de cerca la visión religiosa y quizás por ello, situaba El Séptimo Sello en el período de la Edad Media. Busca personajes arquetípicos que recorran el amplio espectro de la sociedad y desarrolla una especie de road movie (“carreta” movie en verdad) para desplegar las distintas formas de entender el significado de la vida, en un viaje simbólico que transcurre durante una partida de ajedrez contra la mismísima muerte.


Fresas Salvajes, en cambio, recurre al significado de los sueños y en otra road movie (esta vez a bordo de un automóvil) mezcla los pensamientos de un maduro científico acerca de la muerte con los recuerdos que rescata de su niñez.


La primera película muestra las distintas caras de la muerte, contrastándola con la visión religiosa, y en la segunda cinta, rodada en ese mismo año, su visión es más filosófica o si prefiere, más atea.  

EL SÉPTIMO SELLO (1957)
Inicia la película enfrentando al protagonista a un juego de ajedrez con una muerte de rostro blanquecino y vestida completamente de negro. Antonius Block sólo quiere ganar tiempo para entender el verdadero significado de la existencia durante sus últimos momentos de vida. Es un caballero cruzado que regresa a una Europa azotada por la peste negra.


En el camino junto a una pareja de comediantes tropezará contra el sin sentido de la religión, tanto cuando queman a una bruja o en medio de una procesión de fanáticos religiosos que piensan que la peste es un castigo divino y esperan los designios de Dios autoflagelándose y sufriendo para conseguir el perdón.


Los comediantes que acompañan la travesía de Block simbolizan a las artes y son incomprendidos por los campesinos que se burlan de ellos.

Estos campesinos son incultos y no les importa el tema de la muerte. La pareja de María y José (los comediantes) representan a la inocencia y simplemente viven felices el día a día. El propio Block comparte con ellos un cuenco de leche y unas fresas, vivenciando un momento de dicha y comprendiendo lo fugaz de la felicidad.

Ingresa a una iglesia y se confiesa, pero el confesor es otra vez la inevitable muerte. Block tendrá que cambiar su estrategia con las piezas de ajedrez. De alguna manera, él representa las emociones humanas y, a pesar de no creer en Dios, tampoco puede negar su existencia.

Juan (su escudero) representa a la razón y sabe que su vida será un viaje que termina en la nada. Block no cree que el ser humano pueda vivir esperando únicamente vacío al final del camino.

La Naturaleza es otro personaje ajeno a la muerte de los humanos, está presente en todo el viaje que propone la película.


La música y las imágenes contienen gran belleza narrativa y somos espectadores de un blanco y negro que le viene muy bien al tono del relato. Cuando los personajes ven aparecer a la muerte la reciben desde la devoción y en otros casos desde el destino, un contraste entre la fe y la razón.

FRESAS SALVAJES (1957)

Las fresas, escasas en Suecia, simbolizan la naturaleza fugaz de la felicidad.

En el trayecto hacia la investidura como doctor en medicina en la Universidad de Lund, Isak Borg escucha una discusión entre dos jóvenes: «El hombre le tiene pánico a la muerte y no soporta lo absurdo». Los muchachos no saben de qué hablan, pero Isak entiende el sentido exacto de esas palabras, la respuesta a los sueños que lo acosan ese día.



La película es un viaje físico en automóvil, a la vez que un viaje onírico por los hitos importantes de su vida. Los fantasmas del pasado lo hacen mirarse al espejo, y descubre que se ha convertido en un viejo miedoso. El examinador de uno de los sueños le dice: «Usted es culpable de culpa… Ni siquiera entiende la acusación». Isak la entiende, pero todavía no está dispuesto a declararse incompetente para vivir.

En medio del viaje de reconocimiento social, «el lugar de las fresas» (smultronstället) en su casa de infancia, evocaría el paraíso perdido, el símbolo de una felicidad inalcanzable. Durante el trayecto, a pesar a las distancias, no ha hecho más que perder el tiempo (los relojes no tienen manecillas).


«Usted no oye el silencio… Transformó su vida en una obra maestra de la cirugía donde ha extirpado todo el dolor», lo vuelve a interpelar el examinador.

El castigo por no hacerle frente al miedo es la soledad y, cuando ésta lo inquieta, recurre a sus recuerdos de infancia… en busca del tiempo perdido.

Comentarios

  1. Su padre era pastor luterano y por ende Bergman conocía de cerca la visión religiosa y quizás por ello, situaba El Séptimo Sello en el período de la Edad Media. Busca personajes arquetípicos que recorran el amplio espectro de la sociedad y desarrolla una especie de road movie para desplegar las distintas formas de entender el significado de la vida, en un viaje simbólico que transcurre durante una partida de ajedrez contra la mismísima muerte.

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  2. Fresas Salvajes, en cambio, recurre al significado de los sueños y en otra road movie mezcla los pensamientos de un maduro científico acerca de la muerte con los recuerdos que rescata de su niñez.

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