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12 Monos (1995)

Dirigida por Terry Gilliam

©Aníbal Ricci

Hace cuarenta años una epidemia provocada por un virus asesino hizo desaparecer a millones de personas. El prisionero James Cole se ofrece como voluntario para viajar al pasado y conseguir una muestra del virus, gracias a la cual se podrá elaborar un antídoto. Los científicos enviarán a Cole de vuelta a 1995 para descubrir cómo recuperar la Tierra.
 

El guion de David y Janet Peoples (Blade Runner) se basó en la historia del cortometraje La Jetée (1962) del director Chris Marker, sobre el cual recrearon su propia visión del futuro y de los viajes en el tiempo. Cuando Cole regresa al pasado, es internado bajo el cuidado de la psiquiatra Kathryn Railly. «Este es el presente… no es el pasado ni es el futuro», dice James Cole, protagonista de esta cinta de ciencia ficción donde envían a este prisionero, desde el año 2035, para que encuentre la cura para la epidemia que azotará a la humanidad.


Cole se hace amigo de otro paciente, Jeffrey Goines, un delirante enfermo mental hijo de un famoso investigador cuyos experimentos llevaron a Jeffrey a un actuar desconcertante. A través de Jeffrey, Cole escucha por primera vez sobre el ejército de los 12 monos. Railly (Madeleine Stowe) termina por convencerse de la versión del futuro que repite Cole. Posteriormente procederá a raptarla, dando origen a una inesperada historia de amor. Cole es perseguido por el sueño recurrente de un niño en un aeropuerto (inspirado en La Jetée). Una mujer besa la mano ensangrentada de un moribundo, lo que afecta profundamente la mente del prisionero.


James Cole quiere olvidar el futuro (en realidad el presente desde donde proviene), ahora quiere vivir tranquilo junto a la psiquiatra y renunciar a su memoria que parece sufrir de una divergencia mental. «Al vivir en distintas dimensiones… no se puede distinguir la realidad», les señala Cole a los científicos y más tarde descubrirá las verdaderas intenciones del ejército de los doce monos.


El sueño es el alma de la película. Terry Gilliam regresa tres veces para recrear detalles hasta que el sueño vincula todas las piezas del rompecabezas. Cole recuerda desde una mente infantil y en la confusión intuye que la investigación de los científicos no llevará a ninguna parte.


El síndrome de Casandra (creer que puedes ver el futuro) y el síndrome de Estocolmo (sentir empatía por tu secuestrador) son hábilmente mezclados y utilizados para llevar a cabo esta distopía al estilo de Brazil (1985), también dirigida por Terry Gilliam. Todo el metraje es construido desde la perspectiva de una alucinación paranoica y los personajes de Bruce Willis (James Cole) y de Brad Pitt (Jeffrey Goines) están perfectos al interpretar sus respectivos trastornos mentales.


El guion es intrincado en el buen sentido, pero sin lagunas ni errores, la banda sonora es desquiciante y termina por sumergirnos en una atmósfera enrarecida. Ciencia ficción de tomo y lomo nos brinda Terry Gilliam, donde los viajes en el tiempo son una excusa para exponernos a un ensayo sobre la locura. En un momento de la película, el protagonista duda de su cordura y de sus palabras, e incluso deseará estar loco para olvidar la pesadilla.




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