Invencible
Dirigida por Satyajit Ray
©Aníbal Ricci
Esta segunda entrega de la denominada
“Trilogía de Apu” comienza con la familia instalada en la ciudad sagrada de
Benarés a orillas de río Ganges. Apu todavía es un jovenzuelo y dedicará su
tiempo a correr por las calles de esta ciudad tan diferente a su natal Bengala.
La muerte de su hermana ha quedado en el pasado y dedica su tiempo a ayudar a
su madre en los quehaceres domésticos. El padre vive consagrado a los ritos
religiosos tan propios del nuevo lugar que los cobija. Las imágenes dan cuenta
del ajetreo que se vive en las paredes amuralladas que desembocan en
escalinatas donde conviven bañistas, mercaderes y sacerdotes.
Una primera escena enfoca a las
palomas que pululan entre los habitantes, no es casualidad, debido a que las
aves representarán los cambios profundos del entorno. Es la voz de la
naturaleza que rodea a todo lo humano, el tiempo que avanza inexorable a pesar
de cada decisión. Cuando muere el padre de Apu, una elipsis poderosa muestra aves
surcando el cielo en todas direcciones. La música de Ravi Shankar orquesta ese
vuelo que anuncia la partida del padre.
«La muerte, ese
viejo maestro que siempre sobrevive a sus discípulos». Tema central que recorre
estos tres filmes de Ray, la muerte nos avisa que la vida es dura, que el
tiempo no es infinito. Tampoco un evento pasajero, sino el instante final que
valoriza el camino que emprendemos. Para este director indio el tiempo es precioso
y las decisiones son las que moldearán nuestra existencia. El padre muere y la
vida continúa. Apu elegirá ir a Calcuta a estudiar ciencias. La mirada de Salyajit
Ray no es determinista, sin embargo, la naturaleza no perdona y apura el paso
de los hombres. Debe haber riesgo a que se acabe el tiempo y
peligro de perder la vida. La muerte dará sentido a nuestra estadía en la
Tierra.
El tren es otro elemento
inconfundible de esta trilogía. Representa el puente hacia la modernidad y para
la madre, el sonido de la llegada de Apu. Lo echa de menos y su vida carece de
sentido ahora que ha muerto el marido. Su vida se había transformado en una
espera. Siempre se preocupó del hogar, ahora sin Apu rondando la casa, hasta la
rutina ha perdido el sentido.
El tren representa las distancias del
hombre, límites terrenales que carecen de importancia para la naturaleza que
todo lo alcanza. La madre sigue esperando, la enfermedad la doblega y el
relampagueo de unas luciérnagas anunciará el final de su camino.
Apu no alcanza a verla con vida, pero
decide regresar a Calcuta a terminar sus estudios. Deja de lado el mundo
religioso de sus padres y abraza el conocimiento como faro. La cámara lo sigue
de espaldas, la vida continúa su paso demoledor.







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